La mezquita de Córdoba

0
«Habéis tomado algo único y lo habéis convertido en algo mundano.»
Con estas palabras legendarias, atribuidas según la tradición al emperador Carlos V en su supuesta visita a la Mezquita de Córdoba, al contemplar las obras que se estaban realizando en el interior del oratorio, hemos querido recordar la gran sensibilidad que existió desde antiguo por conservar el edificio musulmán tras la conquista de la ciudad por parte de los soldados cristianos de Fernando III, en el año de 1236.
Un nieto del propio San Fernando, don Juan Manuel, en sus famosos cuentos de El conde Lucanor, escritos hacia 1340 nos dice «entonçe, por que la mezquita de Córdoba non era acabada, annadio en·ella aquel rey [al-Hakam II] toda la labor que y menguava et acabóla. Esta es la mayor et más conplida et más noble mezquita que·los moros avían en Espanna…».
Pero al margen de la leyenda y la literatura, numerosos documentos de archivo nos muestran una imagen similar de gran sensibilidad por parte de los reyes, así como del cabildo y concejo de Córdoba por conservar la mezquita en su integridad, e incluso fue común el enfrentamiento entre los canónigos del cabildo catedralicio y los obispos, al querer los primeros preservar el edificio islámico frente a los proyectos constructivos de los segundos.
Los monarcas concedieron ya desde la Edad Media multitud de privilegios a favor de la conservación del edificio, e incluso en el siglo XIII los propios musulmanes de la ciudad fueron obligados a trabajar durante dos días al año, sin remuneración alguna, en las obras necesarias de restauración. A tal extremo llegaron las cosas que en el año de 1523 el concejo de Córdoba acordó:

«que se pregone públicamente que ningún alvañi, ni cantero, ni carpintero, ni peón, ni otra persona alguna no sean osados de tocar en la dicha obra, ni deshazer, ni labrar cosa alguna della fasta tanto que por Su Majestad sea mandado lo que más sea su seruicio so pena de muerte e de perdimiento de todos sus bienes… Esto porque la obra que se desfaze es de calidad que no se podrá boluer a fazer en la bondad e perfiçión questa fecha.»

Hoy al contemplar este magnífico monumento, cuyas partes más antiguas superan ya los doce siglos de historia, debemos recordar que su conservación hasta nuestros días no se ha debido solamente a la casualidad, ya que sin la sensibilidad y el esfuerzo de unos hombres que se adelantaron a su tiempo, jamás hubiera llegado el edificio hasta nosotros. Gracias a Centro Virtual Cervantes.

Amigo de HDNH, puedes dejar tu comentario ;-)