En 1795, Napoleón Bonaparte estaba teniendo problemas con sus líneas de suministro. En concreto, eran demasiado largas para los métodos de conservación de alimentos de la época, lo que hacía difícil proveer a sus tropas de la comida que necesitaban. De este modo, se ofreció un premio de 12.000 francos para cualquier persona que inventara un método de conservación que permitiera que la comida de su ejército permaneciera intacta durante sus largos viajes.
En 1810, Nicholas Appert ganó el premio por su método para mantener los alimentos frescos por esterilización. Aunque no entendía exactamente por qué funcionaba, Appert descubrió que los alimentos se mantenían frescos durante largos períodos de tiempo si se sellaban herméticamente en un recipiente, en su caso, un frasco de vidrio, y luego se calentaban. Más tarde ese mismo año, un inventor, Peter Durand, recibió una patente del rey Jorge III por la primera lata del mundo hecha de hierro y estaño. En combinación con el método de esterilización de Appert, a largo plazo la conservación de alimentos enlatados se hizo posible.
Mientras que el método para mantener fresca la comida ya estaba al alcance, las tropas de Napoleón tenían dificultades para conseguir la comida. Las primeras latas eran demasiado gruesas. Como podemos imaginar, las primeros latas se abrían por fuerza bruta. «Aplastar con un martillo y un cincel» era la técnica más común. No era el mejor método, pero conseguía su propósito.
Estas primeras latas sólo podían ser producidas a una velocidad de 6 por hora, incluso con los trabajadores más cualificados. Hubo un gran avance en la producción en unas pocas décadas y, en 1846, Henry Evans inventó un método para hacer una lata de un solo movimiento. Esto aumentó la producción a cerca de 60 latas por hora, una drástica mejora sobre los métodos anteriores. Un año más tarde, Allen Taylor patentó su método de sellado de la máquina de producción de envases de hojalata. Como se perfeccionaron estos métodos, lo que permitía hacer las latas más delgadas y más rápidamente producidas, estas comenzaron a popularizarse, y ya se hizo necesario producir una herramienta específica y práctica para abrirlas.
La primera herramienta de este tipo apareció en 1858, casi medio siglo después del invento de la lata, cuando Esdras Warner patentó el primer abridor de latas. Este diseño se hizo conocido como el abrelatas «bayoneta y hoz». Se puncionaba la lata con la «bayoneta», y luego la parte de «hoz» abriría la tapa. El abridor dejaba bordes extremadamente duros y por lo tanto nunca tuvo éxito a largo plazo.
Otro diseño, en 1866, fue hecho por J. Osterhoudt. Su patente combinaba el abridor y la lata en uno. En concreto, se trataba de una lata que venía con su propia llave de apertura. Esto es similar a muchas latas de sardinas que seguimos viendo en la actualidad.
El abridor de latas que la mayoría de nosotros utilizamos hoy fue inventado en 1870 por William Lyman. Su diseño original tenía una rueda simple que rodaba por el borde de la lata, y el corte se abría a su paso. El diseño final para este invento se hizo añadiendo bordes dentados a la rueda. La primera versión eléctrica de este diseño no se produjo hasta medio siglo después, en diciembre de 1931.
El Lápiz
Las guerras napoleónicas no sólo ayudaron a desencadenar la invención de un método mejor para la conservación de los alimentos, sino también del lápiz de hoy en día. Durante ese tiempo, Francia no pudo importar lápices de Gran Bretaña, que tenía el único suministro de grafito sólido puro en el mundo. Nicholas Jacques Conté, que era oficial en el ejército, descubrió que si se mezclaba polvo de grafito con arcilla, podía formar una mezcla que, tras meterla en el horno que daría el mismo resultado. Por primera vez, esto permitió la fabricación de lápices de alta calidad sin necesidad de palos de grafito puro de Gran Bretaña. Esto es más o menos cómo se hacen los lápices en nuestros días.
Imágenes: Mundolatas.com, Flickr, Wikimedia Commons Fuentes: Today I Found out
Si el abrelatas lo hubieran inventado en la Edad Media, los cinturones de castidad habrían sido inútiles.
Un saludo, Félix.
Que sería de nosotros sin ellos… Esas latitas de mejillones, berberechos, navajas, etc. que nos dan la vida¡¡ Sería el fin del mundo
Saludos, Cayetano
Señor Cayetano, lo de los cinturones de castidad fue un invento del Romanticismo, museos de prestigio como el British Museum, etc. que los tenían expuestos, fueron retirándolos de sus vitrinas cuando se comprobó que todos estos artilugios infectos habían sido fabricados a finales del siglo XVIII y a lo largo del XIX para entretenimiento y fantasías de gente ociosa.
Que buen post. Me ha encantado por lo original. Casi siempre las guerras son las que estimulan la creatividad por esas necesidades de supervivencia. Bss
Desgraciadamente las guerras estimulan el ingenio como bien dices. Muchos inventos que disfrutamos hoy en día y que nos hacen la vida más cómoda han tenido su origen en las guerras.
Gracias y besos