Ningún robo en un museo es una buena noticia, pero en Francia, la desaparición de un relicario de oro ha dejado a la gente muy cabreada. Dentro del estuche estaba el corazón de Ana de Bretaña, la única mujer en la historia de Francia en ser coronada reina consorte por dos veces.
Murió en 1514, e hicieron que su deseo en vida se cumpliera: que su corazón descansara cerca de sus padres en su amada Bretaña, que entonces era un ducado. Esa petición le fue concedida, y mientras que recibió un funeral digno de una reina en París, su corazón fue devuelto a su tierra natal.
En la noche del domingo 15 de abril de 2018, unos ladrones rompieron una ventana del museo Thomas-Dobrée en Nantes y lograron tomar el relicario sin disparar la alarma. El relicario que contenía el corazón de la reina había sido exhibido con orgullo durante 130 años.
Philippe Grosvalet, el presidente del departamento de Loire-Atlantique y que administra el museo, dijo: «Los ladrones atacaron nuestra herencia común y robaron un objeto de valor incalculable. Mucho más que un símbolo, el relicario que contiene el corazón de Ana de Bretaña pertenece a nuestra historia».
Los funcionarios franceses han pedido públicamente a los cacos que lo devuelvan. «Si por casualidad los ladrones estaban motivados por su peso en oro, deben comprender que su valor histórico y simbólico supera con creces sus 100 gramos de oro», dijo Catherine Touchefeu, concejal departamental.
¿Quién fue Ana de Bretaña?
Ana de Bretaña nació el 25 de enero de 1477 en Nantes, hija del duque Francisco II de Bretaña y de Margarita de Foix. La Bretaña era entonces un ducado cuasi independiente de Francia y estaba decidido a seguir siéndolo. Sus padres tuvieron dos hijas, y cuando el Duque Francisco murió, Ana se convirtió en duquesa a la edad de 11 años. Muchos reyes la querían como esposa.
Todas las fuentes nos presentan a Ana de Bretaña como una dulce y bella princesa de la Baja Edad Media, rodeada de trovadores y símbolo del amor cortes, sin embargo no debemos olvidar que detrás de todo eso, está la mujer más deseada de la época. Un deseo que no solo era físico, ya que el ducado que heredó de su padre, fue permanente fuente de problemas y luchas sucesorias, convirtiendo su vida en una prisión de marfil, atrapada por su deberes de eterna reina.
En 1490, a la edad de 13 años, Ana se casó con Maximiliano I de Habsburgo para tratar de fortalecer la independencia de Bretaña. Pero el rey francés, Carlos VIII, tomó esto como una provocación a la guerra, y su ejército invadió Bretaña. Dos años más tarde, Ana se casó con Carlos VIII y fue coronada reina de Francia. En parte, debido a que no respetó su deseo de tener una Bretaña fuerte, no tuvieron un matrimonio muy feliz. Carlos VIII murió en un accidente en 1498, cuando ella tenía 21 años.
Al nuevo rey, Luis XII, le fue anulado por el Papa su anterior boda con Juana de Francia con el fin de casarse con nuestra protagonista. Ella estuvo de acuerdo, pero insistió en que su marido honrara su título de duquesa de Bretaña. Este matrimonio fue más feliz, y tuvieron dos hijas. Ella también se dedicó a administrar el gobierno de Bretaña.
La reina Ana fue descrita como piadosa y de mal genio. Era muy inteligente y conocida como mecenas de las artes. Cuando ella murió, Luis XII se sintió abatido, aunque no mucho después de su muerte se casó con la Princesa María Tudor, la hermana de 18 años de Enrique VIII. Ya saben, una mancha de mora con otra se quita…
La tradición medieval de guardar el corazón del difunto
No era inusual que el corazón fuera enterrado por separado del cuerpo en la época medieval francesa. El relicario fue hecho en 1514 y se considera una obra maestra orfebre del siglo XVI. Durante un tiempo, el relicario fue guardado en la tumba de sus padres en la capilla de los frailes carmelitas en Nantes. Durante la Revolución Francesa, estuvo a punto de ser derretido, pero se consiguió proteger de la destrucción.
Cuando los ladrones robaron el corazón de Ana de Bretaña, también tomaron una estatua hindú dorada y algunas monedas de gran valor histórico.
La alcaldesa de Nantes, Johanna Rolland, está que trina, y no sin razón: «Este magnífico objeto, además de ser una obra maestra del siglo XVI, naturalmente tiene un gran valor patrimonial. Para todas las mujeres y hombres de Nantes, también tiene una importancia sentimental especial, vinculada a la persona de Ana de Bretaña y la huella que dejó en la historia de Nantes. Por lo tanto, espero que este precioso y frágil objeto se encuentre lo antes posible».
Y eso esperamos nosotros también, que lo tomado por los dueños de lo ajeno termine volviendo al museo de donde nunca debió salir.
(*) Referencias: Nancy Bilyeau, portalsolidario.net, vintagenews, wikipedia
Me imagino que el robo vino motivado por el oro no por lo que contenía que, a fin de cuentas, después de tanto tiempo, tendría un aspecto un tanto negruzco y encogido.
Un saludo, Félix,