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Constantino y el triunfo de la Cruz, un nuevo Mundo

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Pragmatismo en estado puro. Un político que supo encarar el problema de aquel imperio que no era más que una miscelánea de pueblos carentes de unidad y, por lo tanto, tendente a la disgregación. Una religión común podía ser la amalgama que lo integrara todo: «Un Dios, un emperador, una iglesia, una fe». Se preguntó: «¿Cual es la religión mejor situada en el ranking de los nuevos cultos?, ¿la cristiana?, pues esa será la la religión oficial».

Imperio romano en 395[pullquote]Dicho y hecho. El emperador convirtió a la Iglesia en una institución a sueldo del Estado (literalmente, puesto que asignó salarios a los obispos).[/pullquote]

Había un problema: el cristianismo estaba dividido en muchas sectas (marcionistas, montanistas, gnósticos…). Había que unificarlo. Para tal fin, en el 325 convocó en Nicea a unos cuantos obispos para que consensuaran de una vez por todas los dogmas que todo cristiano debia acatar. Los obispos decidieron que aquel Jesús de Galilea era el hijo de Dios encarnado, Jesucristo, un ser divino provisto de dos naturalezas: divina y humana.

constantinoAsí se escribe la historia. De predicador y modelo de conducta y vida religiosa (el zelote estaba ya olvidado), Jesús se transformó en Dios mismo. Todo esto se sustanciaba en una declaración de fe, el Credo, y en una ceremonia, la Eucaristía.

El opispo Siricio fue el primero que se tituló Papa y la Iglesia se instaló en la caduca estructura del Imperio, adoptando la burocracia de los césares y su sistema recaudatorio. Dividió el mundo en provincias, legaciones, magistraturas, jerarquías…, y su estructura piramidal duplicó la del Imperio romano: Papa (el César), cardenales, obispos, sacerdotes, parroquias y feligreses. Las diócesis coincidieron con las provincias del imperio y los obispos controlarían la bolsa de los dineros y nombrarían a los sacerdotes.

El «reino que no era de este mundo» se había consolidado hasta constituir un Estado dentro del Estado. Había un credo unificador. Y, en adelante, el que no lo observara estrictamente se declaraba hereje, delito no solo doctrinal sino civil. La ley descargaría su peso sobre los disidentes y pronto la Iglesia ejecutaría a los desobedientes en nombre del dulce Jesús…

Así fue como, cuando todavía no se habían apagado los ecos de la última persecución anti-cristiana, la Iglesia se convirtió a su vez en perseguidora. Un caso de estricta aplicación de la fórmula Montalembert:

«Cuando soy débil os reclamo la libertad en nombre de vuestros principios, cuando soy fuerte os la niego en nombre de los míos»

Cuando el Imperio romano se encaminó a su disolución, los obispos ocuparon el vacío de poder resultante y se aplicaron rápidamente a la tarea de convertir al catolicismo a los reyes y caudillos bárbaros que ocupaban los despojos de Roma. De este modo, se prolongó el contubernio Iglesia-Estado, lo que, con la ayuda de Dios se ha mantenido hasta nuestros días…

Imágenes: Wikicommons, Flickr Vía: J.E.Galán

7 COMENTARIOS

  1. De esta forma, el mensaje primigenio del cristianismo se fue poco a poco desvirtuando. Y el amor al prójimo se fue sustituyendo por el control espiritual y temporal del mundo.
    Un saludo.

  2. Una cosa es la Iglesia oficial, jerárquica con sus pompas, leyes y dictados territoriales (como cosa de hombres en donde reina la ambición, sed de poder y riquezas) y otro es la de los cristianos de a pie. Millones que se han dejado la piel y la vida y se la siguen dejando por amor al prójimo, eso sin nombrar el legado cultural que ha llegado a nuestros días en todas partes del mundo.
    No creo que ninguna iglesia del mundo ni religión alguna terrenal ha tenido ni tiene tantos voluntarios trabajando gratis por los demás. Todo esto sin desmerecer tu post que resumido se ajusta a la verdad. Bss

    • Y no te falta razón. Siguiendo el ministerio del nazareno, ha habido millones de personas haciendo el bien a lo largo de la historia. Jesús cambió radicalmente el devenir de los siglos posteriores a su figura. Siempre llevo una línea de continuidad en estos artículos: alabar su mensaje y ser ortodoxo en cuanto a los hechos, nunca aquel gran ser hubiera aplaudido a la Iglesia Católica, pues casi todo de lo que ella emana es contradictorio a su predicado. Bss

  3. Esto parece plagio, ya que el texto de ésta publicación es el capítulo 50 (Constantino y el triunfo de la Cruz) del libro «Historia del mundo contada para escépticos» de Juan Eslava Galán. No es correcto omitir al autor original y simular que el texto es propio.

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