En estos tiempos comprar comida para llevar o que te la traigan a casa es de lo más fácil de hacer. Un solo clic de botón es suficiente para pedir lo que desees desde la comodidad de tu hogar y recibirlo directamente en tu puerta en cuestión de minutos.
La forma en que compramos y cocinamos alimentos ha evolucionado gracias a los últimos avances tecnológicos, pero, ¿era posible obtener comida para llevar hace dos mil años?.
Si bien tendemos a pensar que esta costumbre se originó en la era moderna como resultado de nuestro estilo de vida «demasiado ocupado para preparar mi propia comida», la verdad es todo lo contrario. De hecho, hace cientos de años, los ciudadanos de la Antigua Roma también podían comprar comida caliente preparada previamente.
Ahora, por un momento imagínese viviendo en la Antigua Roma. Después de un largo día de debates en el Senado, podría invitar a sus colegas a una buena comida en su casa. No hay problema, los sirvientes lo prepararán para usted: vino, un buen aperitivo y luego, por supuesto, un poco de carne asada seguido de varias frutas o nueces.
Pero, ¿y si fueras un ciudadano pobre romano y no pudieras permitirte el lujo de tener una cocina privada en tu casa?. Esto hubiera sido lo normal. En la época romana era muy raro que la gente pobre cocinara en casa y muchos de ellos llevaban su comida al panadero que luego la cocinaba en el horno. La otra opción más común era comprar alimentos del termopolio local.
El termopolio es la versión antigua de los «Fast food», un establecimiento techado o al aire libre con un mostrador que ofrecía comida lista para comer. La palabra latina thermopolium significa «un lugar donde se vende comida caliente». Y mucho de lo que sabemos sobre ellos es gracias al trágico suceso que ocurrió en el 79 d.C. Un fatídico día de agosto de ese año, una erupción acabó con toda la ciudad de Pompeya, dejando a sus ciudadanos sepultados por las cenizas durante siglos hasta que las excavaciones los sacaron a la luz unos 1.700 años después.
De lo que se descubrió, ahora sabemos que había alrededor de 150 de estos establecimientos de comida rápida en toda la ciudad de Pompeya. Los ciudadanos pobres de la ciudad podían pedir algunas de las especialidades listas para el consumo de la época, que muy probablemente incluían una especie de pizza sin tomate (los tomates aún no habían llegado a Europa), hecha de queso y cebolla; pero también sopas, encurtidos, huevos, pescado, jamón y, por supuesto, vino.
Cuando observamos el diseño arquitectónico de un termopolio típico, las excavaciones en Pompeya revelaron que la mayoría de estos antiguos establecimientos generalmente consistían en una pequeña habitación con un mostrador de piedra en el frente, en el que se colocaban varios frascos de terracota llamados Dolia.
Con el paso de los años, los arqueólogos también descubrieron varios termopolios no solo en la ciudad pompeyana, también en Herculano, ya que esta ciudad también fue destruida (y preservada) por la erupción del Monte Vesubio. Los modernos no lo hemos inventado todo…
Aún así, prefiero el «garum» y el vino mezclado con agua al kepchut y la Cocacola.
Un saludo.
Las vísceras de pescado se las regalo a usted como hago con la pescadera 🙂
Un saludo, Cayetano.
Muy interesante! Hace poco leí que una colaboración entre empresas del sur ha conseguido traer al mundo una «reconstrucción» del garum para su comercialiación, todo ello avalado por historiadores gastronómicos, «flor de garum» creo que se llama
Hola Enrique! Lo desconocía, así que he husmeado un poco y lo he visto, que curioso 🙂 Gracias por el aporte.
Saludos
Podrían haber seguido con la costumbre, ahora solo queda lo contrario la tabola calda, que te llevas la comida pero fria
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