¿Qué pasaría si la privatización de la salud no fuera solo una cuestión de números y recortes, sino la punta del iceberg de un plan incluso más turbio? ‘Respira’, la serie española que arrasa en Netflix, no se anda con rodeos y salta directo al quirófano: pone sobre la mesa la defensa de la sanidad pública, exhibe sin pudor los riesgos de dejarla en manos privadas y, de paso, hace que te replantees esa eterna espera para pedir cita en el médico.
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Una privatización que desata tormentas (y tramas adictivas)
La segunda temporada de ‘Respira’ arranca con fuerza: el hospital Joaquín Sorolla, epicentro de la serie, cae bajo el yugo de la privatización; una noticia que no pasa inadvertida entre los trabajadores, quienes ven tambalearse la forma en que han entendido siempre su labor. Protestas, miradas de incertidumbre y mucho debate ético marcan el inicio de esta nueva etapa. Como apunta la actriz Aitana Sánchez-Gijón (la doctora Pilar Amaro), «hasta hace unos años no se cuestionaba la sanidad pública, era uno de los bastiones de nuestra democracia». Pero los tiempos cambian y ciertas posiciones políticas empiezan a empujar lo público hacia la cuneta, favoreciendo el avance de lo privado.
Carlos Montero, creador de la serie, es tajante: se trata de defender «la joya de la corona», esa sanidad pública que un día casi dimos por indestructible. ¿Y si la dejamos perder? El aviso está dado.
Un reparto coral, historias humanas y dilemas que cortan como bisturí
¿Qué hace especial a ‘Respira’? Según Alfonso Bassave (el director Lluís), el éxito viene del despertar social tras la pandemia: «como sociedad nos hemos hecho más conscientes, sin importar ideología, de la importancia de los recursos públicos, especialmente de la sanidad». Y, entre listas de espera eternas y consultas demoradas, todos sabemos bien de lo que hablan… Hablar del tema es necesario, y llevarlo a la ficción hace que deje de ser solo materia de telediario.
La serie abraza distintos géneros y voces:
- Najwa Nimri da vida a Patricia Segura, presidenta de la Generalitat Valenciana. Su personaje, enferma de cáncer, ejecuta la privatización… y es tratada en su propio hospital. En la vida real, Nimri reivindica la necesidad de la sanidad pública: «No podemos darlo por perdido».
- Manu Ríos encarna al joven residente de oncología Biel, uno de los ejemplos de la coralidad de una ficción que crea identificación gracias a la diversidad de historias.
- El cantante Pablo Alborán debuta como actor en el papel de un cirujano plástico más interesado en el dinero que en el bisturí. Talento polifacético: sí, pero sin despegarse de la humanidad detrás del personal médico.
- Entre los nuevos personajes brillan la oncóloga Sophie Lafont –que intenta salvar a Patricia con un medicamento experimental– y Nicolás, el nuevo gestor (y sorpresa: padre de Biel).
Al final, como dice Montero, lo que atrapa es ese «vivir entre la vida y la muerte», el vértigo de decidir al límite para salvar o perder.
Salud física, salud mental: heridas abiertas, pastillas… y mucha realidad
No todo es drama de órgano vital: la salud mental sale del armario clínico y se instala en el centro de la trama. Blanca Suárez brilla en el papel de la doctora Jessica Donoso, que atraviesa un estrés postraumático tras ser atacada por un paciente. También se ahonda en la bipolaridad de Óscar, hijo de la doctora Amado (interpretado por Rafa Verdugo). Aitana Sánchez-Gijón celebra que, por fin, una ficción «con vocación de llegar a un público muy amplio» hable sin tapujos de problemas mentales reales, tanto en pacientes como en el propio personal sanitario.
La serie no escatima al mostrar el coste emocional de trabajar «al límite de sus fuerzas». Estrés tapado con pastillas, consecuencias que afectan no solo a médicos, sino a un sistema al borde del colapso humano. Como recuerda Alborán, «detrás de la política, de la gestión de los hospitales, hay seres humanos». Exacto: médicos y pacientes, de carne y hueso, atrapados en un sistema que cuando se deshumaniza, pierde su razón de ser.
¿Y si perder la sanidad pública fuera el verdadero diagnóstico imposible?
‘¿Respira’ es solo serie de televisión? Puede que no. Para muchos espectadores es el desfibrilador narrativo que agita conciencias dormidas: lo público no es un lujo ni un favor del destino. Si perdemos la sanidad pública, perdemos mucho más que un hospital: perdemos nuestra mayor corona. Quizás, la próxima vez que mires Netflix, piénsatelo dos veces antes de dar por sentado ese bien común que tanto cuesta preservar. Porque, al final, lo más oscuro de la privatización es que, cuando nos demos cuenta, quizá ya sea demasiado tarde para respirar tranquilos.
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Manuel Sánchez es un periodista curioso por naturaleza, especializado en historias insólitas, datos sorprendentes y esas noticias que pocos se atreven a contar. Explora lo extraño, lo viral y lo inesperado con una mirada aguda y entretenida. Con estilo dinámico y siempre bien informado, le descubre los hechos más comentados… antes de que se hagan virales.
manuel.sanchez@hdnh.es