¿Trabajar de pie realmente mejora tu salud? Descubre lo que no te cuentan

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Por Manuel Sánchez

¿Te pasas el día pegado a la silla desde el primer café de la mañana hasta tu regreso a casa? El sedentarismo laboral es el pan de cada día para millones de personas… pero eso no significa que sea bueno para la salud. Descubre aquí lo que nunca te han contado (o solo en voz baja) sobre trabajar de pie y cómo encontrar el equilibrio perfecto para tu cuerpo y tu mente.

Sentado o de pie: ¿de qué lado estás?

La vida laboral moderna obliga a muchos a pasar largas horas sentados —y a menudo casi inmóviles—, ya sea en la oficina o en el tráfico. Juristas, conductores, administrativos, asistentes y hasta algunos sanitarios: todos forman parte del club de la silla. El resultado no es nada envidiable.

  • El sedentarismo incrementa el riesgo de hipertensión, sobrepeso, trastornos musculoesqueléticos (como dolor lumbar o en el cuello), enfermedades cardiovasculares y más. ¿A alguien le suena familiar?
  • El desequilibrio entre lo que comemos y lo que gastamos se traduce fácilmente en kilos de más y un riesgo mayor de diabetes tipo 2 o incluso obesidad.
  • El cuerpo no es el único afectado: el estado de ánimo también paga el precio. Pasar entre cinco y siete horas (o más) pegado a la silla anula los beneficios del ejercicio físico, favoreciendo el estrés, la ansiedad o la bajada de energía mental.

Eso sí, trabajar sentado tiene sus (pocos) encantos, sobre todo si tienes una silla ergonómica con respaldo y reposapiés de concurso. También ayuda cuando necesitas máxima concentración y estabilidad. Pero no nos engañemos: aunque la silla sea digna de un rey, puedes acabar sufriendo dolor de espalda, cuello, hombros o piernas, sobre todo si la altura no está bien ajustada.

Philippe Zawieja, reconocido psicosociólogo, recalca: “Trabajar sentado puede ser una exigencia profesional, y tiene ventajas, sí… pero no compensan todos los inconvenientes.” Recomienda adoptar una buena postura, hacer pausas regulares para estirar, levantarte y —si puedes— hasta hacer ejercicio entre reuniones. Tu cuerpo lo agradecerá.

¿Trabajar de pie es la solución mágica?

Ante tanto drama sillar, han surgido los defensores del trabajo de pie. Además, cada vez más empresas apuestan por escritorios regulables en altura para alternar posiciones. ¿Es esto el remedio definitivo?

  • Trabajar de pie ofrece mayor libertad de movimiento y mejora la circulación sanguínea.
  • Mantiene activos a tus glúteos, lumbares, músculos torácicos y cervicales, y suele favorecer una mejor postura.
  • Algunos experimentan más energía y capacidad de concentración. Según Zawieja: “Sorprendentemente, trabajar de pie puede aumentar la productividad; la tensión física eleva el nivel de alerta”.

Sin embargo, antes de tirar la silla por la ventana, ojo: la postura de pie prolongada también tiene su lado oscuro. Puedes acabar con las piernas, los pies y la zona lumbar extenuados, y lo habitual es descargar el peso sobre una sola pierna (mal hábito, lo sabemos), lo que puede provocar desequilibrios musculares o contracturas.

¿La receta de Zawieja para trabajar de pie sin sufrir? Utiliza zapatos cómodos, prueba una alfombrilla antifatiga para reducir la presión en pies y piernas, y no olvides sentarte y descansar a menudo.

Peso, calorías, corazón y otros secretos bien guardados

Una duda frecuente: ¿trabajar de pie ayuda a adelgazar? Lamentamos pinchar el globo, pero solo estar de pie no garantiza perder peso. La diferencia de gasto calórico respecto a estar sentado es pequeña: unos 0,15 calorías más por minuto, o sea, apenas 54 calorías durante 6 horas (lo que viene siendo una pequeña naranja o cinco patatas fritas). Eso sí, mover más músculos ayuda a gestionar mejor el peso y puede aportar beneficios adicionales.

Francisco Lopez-Jiminez, profesor y experto de la Mayo Clinic, señala que esta activación muscular podría ayudar a reducir la incidencia de infartos, accidentes cerebrovasculares y diabetes; vamos, que la posición de pie es buena amiga del corazón e incluso va más allá de luchar contra la obesidad.

¿Deberíamos cambiar el sillón por una alfombrilla?

Si pensabas que la solución era sustituir la silla por una alfombrilla antifatiga, lo cierto es que no hay una respuesta universal. Ambas posturas tienen ventajas e inconvenientes, y tampoco todos los trabajos lo permiten. Lo clave es alternar a lo largo del día entre estar sentado y de pie. Incluso puedes probar posturas intermedias: sentado alto o apoyado, sin sentarte del todo.

  • Los escritorios regulables en altura pueden ayudar a esa transición.
  • Levántate siempre que puedas: para tirar un papel, servirse un café, hacer una fotocopia o incluso al teléfono.
  • Si trabajas sentado, prueba taburetes ergonómicos o balones de ejercicio, que facilitan una postura más dinámica y con menos rigidez en la pelvis.

Y si trabajas mucho de pie, recuerda ajustar bien la altura del escritorio: los antebrazos deben descansar cómodamente en el plano de trabajo, los brazos a unos 90° y los hombros relajados. Apoya bien los dos pies y, sobre todo, escucha a tu cuerpo: estírate, muévete, cambia de posición. No dejes que tu puesto se vuelva una cárcel física.

Por supuesto, si los dolores persisten, consulta a tu médico laboral o a un ergonomista: están para eso. Y atención, empresas: poner escritorios regulables está muy bien, pero no sirve de tapadera para otros problemas (¡ejem: calidad directiva, sentido del trabajo, etc.!). Sigue siendo imprescindible invertir en buenas sillas, reposapiés y accesorios para el confort real de los empleados.

En resumen: el secreto está en la variedad y en moverse todo lo posible. Ni silla ni alfombrilla son milagrosas, pero tú puedes mejorar tu salud hoy mismo simplemente escuchando y cuidando a tu cuerpo… ¡el único que te acompañará hasta el último día de trabajo!

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