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Cuando los siete enanitos de Auschwitz se encontraron con Mengele

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Cuando Disney lanzó la película Blancanieves y los siete enanitos en 1937, ganó un admirador en Adolf Hitler. Una copia de la película, prohibida en Alemania debido al antiamericanismo, llegó a manos del líder nazi. La película era mucho mejor técnicamente que cualquier producción alemana. Esto molestó a Hitler, pero también le gustó tanto que pintó acuarelas de los personajes. Unos años después, los nazis tendrían sus propios «siete enanitos». En esta historia, sin embargo, no está Blancanieves, solo maldad.

Esa maldad tenía un nombre, el infame doctor nazi Josef Mengele, el «Ángel de la muerte» de Auschwitz, a veces llamado el «Ángel blanco». Gracias a Mengele, la familia Ovitz, unos enanos judíos de Rumanía, vivió una pesadilla en forma de tortura sistemática.

Mengele era un médico con licencia, sí, pero trabajar en un campo de exterminio implicaba hacer más daño que curar. En particular, estaba obsesionado con realizar extraños y crueles experimentos con sus prisioneros. Imagínense la excitación enferma que debió sentir cuando un guardia lo despertó alrededor de la medianoche del 19 de mayo de 1944 con la noticia de que una familia de siete enanitos acababa de llegar a su campamento.

hitler disney
A Hitler le encaba dibujar los personajes de Disney

La familia Ovitz era originiaria de un pueblo de Transilvania, donde el patriarca era un respetado rabino. Shimson Eizik Ovitz se casó dos veces y engendró diez hijos, siete con enanismo. Después de la muerte de Shimson, su viuda instó a los niños enanos a ganarse la vida ya que su tamaño les impedía trabajar la tierra. Rozika, Franzika, Avram, Freida, Micki, Elizabeth y Perla actuaron como el grupo de música y teatro «La tropa de Lilliput» y recorrieron Europa Central con excelentes críticas. Los hermanos que no eran enanos, Sara, Leah y Arie, viajaban con ellos como tramoyistas y ayudaban con los disfraces y los decorados.

El grupo estaba actuando en Hungría cuando los nazis invadieron el país -en ese momento nuestros protagonistas estaban doblemente condenados. Los alemanes consideraban que su estatura era una discapacidad física que los hacía indignos de la vida y una carga para la sociedad. Agreguemos el hecho de que eran judíos-, y toda la familia fue enviada a Auschwitz en un abrir y cerrar de ojos.

La familia Ovitz en plena actuación
La familia Ovitz en plena actuación

Tras la llegada de los Ovitz al campamento, los guardias nazis sacaron a los enanos del vagón uno por uno. Intrigados por su número, los guardias se dieron cuenta de que todos pertenecían a la misma familia: el Dr. Mengele fue notificado de inmediato. Cuando vio a los enanos, según cuentan, se le iluminó la cara como a un niño en Navidad.

Desde ese momento, Mengele y la familia Ovitz pasaron muchas horas juntos. El médico estaba obsesionado por los enanos (más con las hembras, y especialmente Freida). Aunque era muy amable en sus palabras cuando hablaba con ellos, sus acciones en nombre de la «ciencia» fueron absolutamente horribles.

en nuestros corazones eramos gigantes«Los experimentos más espantosos de todos fueron los ginecológicos», como contó Elizabeth Ovitz más tarde: «… inyectaron cosas en nuestro útero, extrajeron sangre, nos examinaron en lo más íntimo de nosotras y no dejaban de extraernos muestras. Es imposible poner en palabras el dolor que sufrimos, y que continuó durante mucho tiempo incluso después de todo aquello».

Incluso los médicos asistentes de Mengele descubrieron que los experimentos ginecológicos eran demasiado perturbadores. Finalmente, se negaron a ayudarlo porque sentían lástima de las mujeres Ovitz. Mengele finalmente cedió; los enanos eran sus «súbditos» favoritos y no quería matarlos, al menos no todavía. Pero las experimentaciones continuaron si cabe con más fuerza.

«Extrajeron líquido de nuestra médula espinal. De nuevo comenzó a quitarnos el cabello, y cuando estábamos ya exhaustos comenzaron las dolorosas pruebas en el cerebro, la nariz, la boca y las manos. Todas las prácticas quedaban completamente documentadas con ilustraciones», recordó Elizabeth. Mengele también les extrajo dientes sanos y médula ósea sin anestesia.

Joseph Mengele
Joseph Mengele

Sin embargo, a los ojos de los Ovitz, y paradójicamente, Mengele era una especie de salvador. Los salvó de la muerte varias veces mientras otras autoridades del campo insistían en que era su turno de morir. Mengele a veces llevaba regalos a la familia: juguetes o dulces que confiscaba de los niños fallecidos en el campamento. El hijo de 18 meses de Leah Ovitz generalmente recibía estos regalos. El niño alguna vez se acercó tambaleándose al médico, llamándolo «papá». Para corregir al niño, él dijo: «No, yo no soy tu padre, solo el tío Mengele». Mientras tanto, él coqueteaba con Freida, canturreándole «¡Qué hermosa te ves hoy!».

Entre otros procedimientos «médicos», Mengele vertió agua hirviendo en sus oídos, seguido de agua helada. Puso agentes químicos en sus ojos que los cegaron. No había límites morales que restringieran los delirantes experimentos de Mengele. Pensaron que el dolor los volvería locos o los mataría.

Sabiendo que los enanos deleitarían a Hitler, el doctor filmó una «película casera» para él. En ella, atenazados por el terror, la familia Ovitz cantaba canciones alemanas para entretener al Fuhrer. Poco antes, la familia acababa de presenciar la horrible muerte de otros dos enanos, y vieron como sus cuerpos eran hervidos para eliminar la carne del hueso. Mengele quería que los huesos se exhibieran en un museo de Berlín.

Los miembros de la familia Ovitz nunca esperaron sobrevivir a Auschwitz, pero cuando los soviéticos liberaron el campamento a principios de 1945, Mengele agarró apresuradamente sus documentos de investigación y huyó. Las autoridades nunca capturaron a Mengele, quien murió en 1979 en Brasil.

perla ovitzMás tarde, Perla Ovitz, el último miembro sobreviviente de la familia (murió en 2001), detalló los horripilantes detalles de su encarcelamiento, pero aún tuvo una pequeña pizca de gratitud hacia su captor. «Si los jueces me hubiesen preguntado si debería ser ahorcado, les hubiera dicho que lo dejasen ir», recordó.

«Fuimos salvos por la gracia del diablo; Dios le dará a Mengele lo que le corresponda».

Imágenes: Flickr, Wikicommons, History Channel Referencias: Erin Kelly, allthatsinteresting.com

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