En palabras de Napoleón Bonaparte, lo que sucedería en Bayona en julio de 1808, no sólo les permitiría a los españoles un cambio dinástico muy favorable para ellos, sino que además, lo conseguirían sin necesidad de una revolución previa. Lo cierto es que nunca en la historia, una abdicación fue tan rocambolesca como la que provocó la sustitución de los Borbones por la familia Bonaparte en 1808. La “venta” de un país en toda regla.
Todo comenzó con la primera ocasión en la que un rey era desplazado del trono por las maquinaciones de su propio hijo -al que le habían entrado las prisas por reinar- respaldado por una revuelta popular. Fue el llamado Motín de Aranjuez. Fernando VII se instalaba en la Corte ante el aplauso de los madrileños aunque un día antes, el 23 de marzo, las tropas francesas ya habían ocupado la capital con Murat al frente, sin duda otro personaje con ansias de poder en España.
“La Gaceta de Madrid” de 25 de marzo de 1808 publicaba la transcripción del decreto de Carlos IV:
El Sr. Rey D. Carlos quarto se sirvió expedir el real decreto siguiente:
“Como los achaques de que adolezco no me permiten soportar por más tiempo el grave peso del gobierno de mis reinos, y me sea preciso para reparar mi salud gozar en clima más templado de la tranquilidad de la vida privada; he determinado despues de la más seria deliberación, abdicar mi corona en mi heredero y mi mui caro hijo el Principe de Asturias. Por tanto es mi leal voluntad que sea reconocido y obedecido como Rei y Señor natural de todos mis reinos y dominios. Y para que este mi real decreto de libre y espontánea abdicación tenga su exacto cumplimiento, lo comunicaréis al consejo y demás quienes corresponda.
Dado en Aranjuez, a 19 de marzo de 1808. Yo, el Rey.- A Don Pedro Cevallos
Con la lectura de esta abdicación pareciera ser que esta era voluntaria debido a problemas de salud, pero nada más lejos de la realidad como los hechos posteriores nos demostraron. No tardó mucho en solicitarle a Napoleón la nulidad de dicha abdicación, asilo y una sustanciosa pensión a cambio de los derechos sobre España.
La cita con Napoleón iba a ser en principio en Madrid, pero este la fue retrasando cada vez más al norte por “motivos de agenda”: Granja de San Idelfonso, Burgos, San Sebastián… hasta que finalmente se celebró en Bayona. El castillo de Marracq sería el lugar elegido.
Convocados fueron 150 españoles notables, aunque la mitad ni se molestaron en asistir, amén de los franceses para establecer una Junta que dirimiría el futuro de la Corona y una Carta Magna. Napoleón ordena a Fernando VII reconocer a su padre como rey legítimo. A cambio le promete un castillo y una renta anual de cuatro millones de reales.
Fernando VII abdicó y posteriormente su padre Carlos IV volvió a abdicar en favor de Napoleón (legalmente hablando ya le había cedido los derechos al emperador francés, hecho que su hijo desconocía) quien, a su vez, cedió la corona a su hermano mayor José Bonaparte, el que sería José I, quién el 7 de julio de 1808 juró la nueva Constitución -aunque sería más correcto el término “carta otorgada” o “Estatuto”-.
En 1813, y con la expulsión de José Bonaparte de España, Fernando VII las volvía a tener todas consigo y no tardó en pedir a Napoleón la recuperación del trono para su estirpe. El general francés, ya muy mermado por las derrotas ante los ingleses había perdido fuerza y por el Tratado de Valencay le volvía a otorgar el trono y por consiguiente, todos los territorios y propiedades de la Corona antes de 1808. Habían regresado los Borbones.
Referencias: Historia de España, vol.3 – Monarquía e Imperio
Comentarios1 comentario
Pensamos muchas veces que mejor nos habría ido con cualquiera (incluso con “Pepe Plazuelas”) antes que con el rey felón; sin embargo, con la derrota final de Napoleón, los del Congreso de Viena nos habrían impuesto por las bravas al impresentable de Fernandito, como quitaron por las bravas a Rafael de Riego. No nos habría servido de nada. Lo nuestro parecía una condena, una manera de colocar a España en el furgón de cola de Europa.
Un saludo.