¡Increíble pero cierto! Descubre por qué sigue impactando 27 años después el mayor fracaso del cine.

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Por Carlos Ortega

En el mundo del cine, a menudo se destacan los héroes valientes y sin tacha. Sin embargo, también existe otro tipo de protagonista que merece atención: los encantadores perdedores.

En el cine, a menudo se resaltan a los héroes intrépidos y valientes, dispuestos a todo para proteger a los más vulnerables. Sin embargo, a menudo se pasa por alto a un tipo de héroe menos brillante y glamuroso: ¡los mejores perdedores del séptimo arte!

Generalmente, estos personajes son relegados al papel de secundario cómico; encontramos al amigo simpático y torpe del héroe, al perezoso del grupo que solo piensa en comer y dormir, o al que siempre comete errores. Estos arquetipos están diseñados para resaltar al protagonista principal y facilitar la identificación del público.

Sin embargo, algunos cineastas han logrado subvertir completamente este cliché. Entre ellos, se encuentran los hermanos Joel y Ethan Coen. En 1998, nos presentaron al rey de los perdedores en el cine, el gran maestro de la pereza, el emperador de la comodidad y la vida sin preocupaciones: The Big Lebowski.

En esta película absolutamente fabulosa, Jeff Bridges interpreta a uno de los personajes más memorables de los años 90, Jeff Lebowski. Conocido como el Dude (El Nota), Jeff es un vago que pasa su tiempo bebiendo con su amigo Walter y jugando al bolos, su deporte favorito. Un día, dos matones lo golpean.

Parece que cierto Jackie Treehorn quiere recuperar una suma de dinero que supuestamente le debe la esposa de Jeff. Sin embargo, Lebowski no está casado; ¡es un malentendido! El Lebowski que buscan es un millonario de Pasadena. El Nota entonces busca una compensación de su homónimo adinerado…

El emperador de los perdedores

El Nota, un perdedor magnífico, es todo lo contrario a los héroes clásicos. Es perezoso, sin dinero, sin ambiciones profesionales. Prefiere fumar porros, beber «White Russians», escuchar rock antiguo y jugar bolos con sus amigos locos. Sin embargo, él es el protagonista de una trama de cine negro absurda tejida por los inspiradísimos hermanos Coen.

Pero, ¿por qué adoramos a este personaje que, a primera vista, puede parecer despreciable? El Nota se vuelve extremadamente encantador porque su inercia se convierte en una forma de resistencia pasiva al mundo caótico que lo rodea. Es la encarnación de un rechazo tranquilo a jugar según las reglas del capitalismo o de la masculinidad dominante.

Así, Jeff Lebowski se opone a los arquetipos masculinos clásicos (como el Gran Lebowski, interpretado por David Huddleston, que representa la autoridad, la riqueza, la pretensión). No lucha a menos que sea absolutamente necesario y sabe mantenerse tranquilo, zen, en cualquier situación. El Nota a menudo está desorientado, pero sigue siendo extrañamente lúcido. Eso lo hace paradójicamente más humano, incluso más sabio que un héroe «tradicional».

El estilo a la manera del Nota

Con su largo cabello, su barba descuidada, sus sandalias y su bata desgastada, el Nota también ha inventado la imagen del perdedor encantador, incluso en su vestimenta. Desde 1998, los fans de todo el mundo se divierten imitando el look del héroe en convenciones o fiestas de disfraces, consolidando al personaje en la cultura pop al mismo nivel que un Luke Skywalker o un Tony Stark.

El Nota ha logrado crear una verdadera identidad cultural. Curiosidad: Todo esto le ha valido inspirar un verdadero culto: el «dudeismo», una pseudo-religión que aboga por la relajación y la aceptación del mundo tal como es.

El look a la manera del Nota

Además, a finales del siglo XX, el mundo enfrentaba una especie de desencanto post-Guerra Fría y el auge del neoliberalismo. En contraposición a estas ideas, The Big Lebowski propone un mundo absurdo, donde nadie controla nada. El Nota es un reflejo de esa época: desenganchado, pero no tonto; inactivo, pero no indiferente.

Al final, Jeff Lebowski es memorable no a pesar de su estatus de perdedor, sino gracias a él. Cristaliza una forma de rebelión pasiva, una crítica irónica de la sociedad y un modelo alternativo de vida. Al rechazar los códigos habituales del éxito, se convierte en un símbolo cultural duradero. 27 años después, su legado sigue siendo relevante y reconfortante para aquellos que atraviesan tiempos difíciles.

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