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El lucrativo negocio de prescribir alcohol durante la Ley Seca

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Tiempo de lectura: 4 minutos

Historia de la Ley Seca

El 13 de diciembre de 1931, un automóvil que circulaba por la Quinta Avenida de Nueva York atropelló a Winston Churchill. Este, en la ciudad para dar una conferencia en la Academia de Música de Brooklyn, había mirado a su derecha en vez de a su izquierda mientras cruzaba la calle (el tráfico en Inglaterra era en dirección contraria). El accidente le contusionó la nariz y la frente, se lastimó el pecho y lo dejó con un hombro torcido.

La prensa describió las lesiones como leves, pero durante los meses posteriores al accidente, Churchill luchó en privado contra la depresión y la pleuresía, una afección que causa fuertes dolores en el pecho. Y Churchill, que era un bebedor consumado, se hallaba en un país inmerso en plena Ley Seca, no podía paliar el dolor. Comprar alcohol era ilegal, hasta que recibió una nota del médico. Su médico, el Dr. Otto C. Pickhardt, escribió que «la recuperación del accidente de Winston S. Churchill necesita el uso de bebidas espirituosas alcohólicas, especialmente durante las comidas».

Receta del doctor a Winston Churchill
Receta del doctor a Winston Churchill

Pickhardt no era el único médico que recetaba alcohol durante esta época seca. Miles de médicos, veterinarios, farmacéuticos y dentistas tenían permisos que les autorizaban a recetar whisky de centeno, whisky escocés y ginebra para un conjunto de enfermedades que incluían cáncer, ansiedad y depresión. De acuerdo con Daniel Okrent, autor de «El ascenso y caída de la prohibición»unos 15,000 médicos solicitaron permisos durante los primeros seis meses de la Prohibición, que comenzó en 1920 y duró hasta 1933. Sin embargo, debido a la falta de supervisión federal, los farmacéuticos y los médicos convirtieron fácilmente lo que se entendía como una concesión misericordiosa en una actividad lucrativa.

Curiosidades en la Ley Seca

Prescribir alcohol durante la Prohibición no era pura corrupción: los supuestos usos medicinales del alcohol se remontan a la antigua China, Roma, Egipto y Grecia. Una receta de la Gran Bretaña del siglo XVII aconsejaba mezclar dos pintas de vino, junto con salvia, para preparar una «bebida excelente contra la peste». Docenas de médicos de la época del siglo XIX creían que el alcohol prevenía enfermedades infecciosas y fiebre.

En el siglo XIX se pensaba que el alcohol curaba el cólera
En el siglo XIX se pensaba que el alcohol curaba el cólera

Inicialmente, muchos médicos se unieron a la coalición de predicadores, ex abolicionistas y sufragistas que empujaban la Prohibición. En 1916, los autores de «La farmacia de los Estados Unidos de América» eliminaron dos licores, brandy y whisky, de la lista de medicamentos aprobados científicamente. Y en 1917, la Asociación Médica Americana votó a favor de la prohibición. En su declaración, escribieron que «el uso de alcohol es perjudicial para la economía humana…, y su uso terapéutico como tónico o estimulante o para la comida no tiene ningún valor científico».

En 1919, el Congreso aprobó la Decimoctava Enmienda, que prohibía la venta, fabricación y transporte de alcohol. La prohibición entró en pleno vigor el 16 de enero de 1920, y la policía comenzó a incautar alcohol. Los agentes de la ciudad de Nueva York vertieron barriles de cerveza por el desagüe.

Aún así, cuando la nación «se secó», los médicos se encontraron entre los pocos elegidos que todavía podían dispensar alcohol legalmente. La Ley Nacional de Prohibición (también conocida como la Ley Volstead) permitía a los clérigos usar el vino para los servicios sacramentales y los agricultores podían poseer hasta 200 galones de fruta en conserva. Mientras tanto, los médicos podían solicitar licencias que les permitieran hacer recetas para alcohol medicinal.

El comisionado adjunto de la policía de la ciudad de Nueva York, John A. Leach, a la derecha, vigila a los agentes que vierten licor en la alcantarilla después de una redada
El comisionado adjunto de la policía de la ciudad de Nueva York, John A. Leach, a la derecha, vigila a los agentes que vierten licor en la alcantarilla después de una redada

El Congreso dictaminó que los pacientes no podían obtener más de medio litro de «licor espirituoso» cada diez días. Los prohibicionistas presionaron con éxito para añadir incluso más restricciones. La Ley Willis-Campbell de 1921 prohibió las recetas de cerveza, y limitó a los médicos a 100 recetas cada 90 días. Durante el primer año de la Prohibición, los médicos prescribieron unos ocho millones de galones de alcohol medicinal y 64 millones de pintas. Los médicos se saltaban la ley debido a algunas lagunas y a la aplicación laxa de la misma. Los médicos podían emitir recetas más flexibles al mostrar (como en casos como el de Churchill) «que por una razón extraordinaria es necesaria una cantidad mayor». Si bien los médicos técnicamente tenían que proporcionar al gobierno su lista de pacientes, no requería que fueran específicos sobre los tratamientos.

Sólo existía un agente de policía por cada 300 médicos en la ciudad de Nueva York. Cerca de 700 nuevas farmacias se abrieron entre 1921 y 1922, y la Junta de Farmacia no tenía los recursos para investigar si eran legales o no. Así que los 64,000 médicos que recibieron permisos de prescripción de licor de 1920 a 1926 no tenían mucho de qué preocuparse. Muchos farmacéuticos y médicos comenzaron a aumentar los precios a los pacientes. El número de farmacéuticos con licencia se triplicó en Nueva York, y no es difícil ver por qué.

ley seca receta en blanco
Receta en blanco

Vender alcohol a través de las farmacias se convirtió en un secreto a voces tan lucrativo que se cita en obras como El gran Gatsby. El alcohol medicinal no era muy asequible, lo que significaba que era un lujo reservado para los estadounidenses más ricos. Hubo anécdotas, y muchas, como que las autoridades permitieron curiosamente que se importara champán francés para uso medicinal, que los estadounidenses de la alta sociedad aprovecharon: las importaciones se dispararon en un 332 por ciento en 1920.

Los más aventureros se escondían en tabernas clandestinas, con el riesgo de que la bebida que ingerían pudiera contener alcohol industrial utilizado en suministros médicos. Con tal de beber ponían su salud muy en riesgo. La prohibición terminó con la ratificación de la 21ª Enmienda en 1933, aunque no logró lo que pretendía: que se dejara de beber.

3 COMENTARIOS

  1. O desapareció misteriosamente mi comentario o has activado la opción de moderación de los mismos. Todo será que me repita.
    Decía que atribuir propiedades curativas al alcohol viene de lejos. A nosotros nos suministraban buenas raciones de vino quinado porque, según decían, abría el apetito.
    Saludos,Félix.

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