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El doctor Semmelweis y el lavado de manos

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Conocido como el «salvador de madres», este médico húngaro de origen alemán es conocido por ser el descubridor de la importancia del lavado de manos. Reveló que la llamada «fiebre del parto» era producida por la falta de asepsia en las clínicas obstétricas, aunque lamentablemente sus teorías no tuvieron la aceptación de la medicina hasta años después de su muerte.

En el inicio de la edad de oro de la Medicina, ya no se pensaba que las enfermedades se producían por malos aires o espíritus, se fijó más la atención en la propia anatomía humana. Las autopsias se hicieron más comunes y los médicos se mostraban más interesados en las estadísticas y la recopilación de datos para sacar conclusiones.

El joven Dr. Semmelweis no fue una excepción. Cuando se presentó para su nuevo trabajo en la maternidad del Hospital General de Viena, empezó a recopilar datos. Quería averiguar por qué tantas mujeres de las salas de maternidad estaban muriendo a causa de la infección puerperial, comúnmente conocida como fiebre del período post-parto.

Estudió dos maternidades en el hospital. Una de ellas estaba formada por médicos y estudiantes de medicina masculinos, y la otra, por mujeres parteras. Y contó el número de muertes en cada sección.

Cuando Semmelweis observó los datos, descubrió que en las mujeres de la clínica atendidas por médicos y estudiantes había una tasa de mortandad casi cinco veces mayor que las mujeres de la clínica de parteras.

En el Hospital General de Viena, las mujeres eran mucho más propensas a morir después del parto si eran asistidas por un médico varón, en comparación con una comadrona. Semmelweis visitó las dos salas y comenzó a descartar ideas. De inmediato descubrió una gran diferencia entre las dos clínicas.

Sus primeras ideas no fueron muy atinadas. Notó que cada vez que alguien en el pabellón moría de fiebre, un sacerdote pasaba junto a las camas de las mujeres haciendo sonar una campana y recitando letanías. Teorizó que el sacerdote y la campana resultaban tan terroríficos que las mujeres después del nacimiento enfermaban y morían.

Para entonces, Semmelweis estaba frustrado. Cogió unas vacaciones y viajó a Venecia. Esperaba que un cambio de aires despejara su cabeza.

Cuando Semmelweis regresó al hospital, le esperaban noticias tristes pero importantes. Uno de sus colegas, un patólogo, cayó enfermo y había muertoEsto era una revelación, la fiebre ya no era algo que solamente afectaba a las parturientas. Otras personas también podían verse afectadas.

«Esto a menudo sucede a los patólogos», decían. «No había nada extraño en su muerte, se pinchó el dedo mientras hacía una autopsia en alguien que había muerto de fiebre infantil». Y luego enfermó, y murió.

Semmelweis estudió los síntomas del patólogo y se dio cuenta de que murió de la misma forma que las mujeres que había autopsiado.

Pero esto aún no respondia a la pregunta original de Semmelweis: «¿Por qué morían más mujeres en la clínica de los médicos que en la de parteras?» La muerte del patólogo le ofreció una pista.

«La gran diferencia entre el pabellón de médicos y el de las parteras es que los doctores hacían autopsias y las parteras no», dijo.

Así, Semmelweis planteó la hipótesis de que ciertas partículas de los cadáveres, que los estudiantes y doctores diseccionaban podían ser la clave. Cuando entregaban los bebés a las madres, estas partículas entraban en contacto con las mujeres, que terminaban desarrollando la enfermedad.

Si la hipótesis de Semmelweis fuera correcta, deshacerse de esas partículas cadavéricas debería reducir la tasa de mortalidad por fiebre puerperal.

Así que ordenó a su personal médico que comenzara a limpiar las manos y los instrumentos no sólo con jabón, sino con una solución clorada. El cloro, como sabemos hoy, es de los mejores desinfectantes que existe. Semmelweis no sabía nada de los gérmenes. Eligió el cloro porque pensó que sería la mejor manera de deshacerse de cualquier olor dejado por esos pedacitos de cadáver. Y cuando impuso esto, la tasa de mortandad se redujo drásticamente.

Lo que Semmelweis había descubierto es algo que sabemos de sobra hoy en día, aunque cueste imaginarnos que antes fuesen ajenos a ello: El lavado de manos es una de las herramientas más importantes en la Salud. Puede evitar que los niños contraigan la gripe, prevenir la propagación de enfermedades y mantener a raya las infecciones. Incluso hoy en día, convencer a muchas personas de la importancia de tomarse en serio el lavado de manos es un desafío.

Uno pensaría que todo el mundo estaría encantado. ¡Semmelweis había resuelto el problema! Pero no recibió mucha aceptación.

Por un lado, los médicos estaban disgustados porque la hipótesis de Semmelweis hacía que pareciera que eran los que producían la fiebre a las mujeres. Y Semmelweis no tenía mucho tacto aunque si mucha razón. Públicamente reprendió a las personas que estaban en desacuerdo con él y se granjeó algunos influyentes enemigos. Finalmente, perdió su trabajo.

Aún más triste fue el final de su historia. Tuvo una caída en el asilo y murió a causa de la complicación de una infección, básicamente algo muy parecido a lo que por tanto había luchado sin ser oído e incluso ninguneado por la mayoría de sus colegas. Lo positivo, con el tiempo ha tenido el reconocimiento que no tuvo en vida.

5 COMENTARIOS

  1. Cuesta trabajo entender lo mucho que ha cambiado la sociedad en pocas décadas. La suciedad y la sordidez en la que vivíamos inmersos. Supongo que dentro de no mucho escribirán cosas parecidas por costumbres higiénicas actuales. Cada generación cree que ha llegado al tope de la evolución, pero solamente es ignorancia y prepotencia. Una gran entrada. Felicidades Félix.

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