Europa, siglo XVIII. La viruela está por todas partes, 400.000 personas mueren cada año por la enfermedad. Y no hay cura, pero había esperanza… hubo un médico convencido de que podía combatirla. Lo único que había que hacer era infectar a la gente con pus infectado de viruela. Por supuesto, hubo otros médicos que clamaron al cielo: “¡Claro que sí!, y a todos se nos pondrá cara de vaca…”. Y comenzó el debate sobre las vacunas.
Edward Jenner (1749-1823) fue un médico inglés, el pionero de la vacunación contra la viruela y el padre de la inmunología.
Nacido en Berkeley, Gloucestershire, era hijo del vicario local. A la edad de 14 años, fue aprendiz de un cirujano y luego marchó a Londres. En 1772, regresó a Berkeley y pasó la mayor parte del resto de su carrera como médico en su ciudad natal.
En 1796, llevó a cabo su famoso experimento con el niño de ocho años llamado James Phipps. Jenner tomo material de una pústula de vaca y lo colocó en una incisión en el brazo del niño. Estaba probando su teoría, una idea que tomó del folclore rural, que demostraba que las lecheras nunca contraían la viruela, una de las mayores “asesinas” de la época, particularmente entre los niños.
Jenner demostró que al haber sido inoculado con la viruela el niño se volvió inmune a ella. Presentó su trabajo a la Sociedad Real en 1797 describiendo su experimento, pero se le dijo que sus ideas eran demasiado revolucionarias y que necesitaban más pruebas. Sin miedo alguno, experimentó con otros niños, incluyendo a su propio hijo de 11 meses. En 1798, los resultados finalmente fueron publicados y Jenner acuñó la palabra vacuna, del latín ‘vacca’.
Pero nuestro protagonista también fue ridiculizado. Los críticos, especialmente el clero, afirmaban que era repulsivo e impío inocular a alguien con material de un animal enfermo. Una caricatura satírica de 1802 mostraba a las personas que habían sido vacunadas con cabezas de vaca. Pero las ventajas obvias de la vacunación acabaron imponiéndose, y pronto se generalizó. Jenner se hizo famoso y pasó gran parte de su tiempo investigando y asesorando a otros galenos. Fue un final feliz que ahorró millones de vidas en los siglos venideros.
Los que caminan en la vanguardia, los innovadores, siempre son menospreciados o criticados, cuando no perseguidos, por sus ideas. El tiempo y el sentido común se encargan de situar a cada uno en el lugar que le corresponde. A veces, algo tarde.
Un saludo, Félix.
Es la historia de siempre. Una zancadilla tras otra cuando no la muerte para aquellos que han intentado hacer avanzar esta humanidad para bien. Si no fuera por estos prohombres y mujeres aún estaríamos en las cavernas.
Saludos, Cayetano