La extinción de los dinosaurios fue mucho más brutal de lo que creíamos

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Por Manuel Sánchez

¿Creías que el fin de los dinosaurios fue una especie de lento ocaso en la historia planetaria? Piénsalo de nuevo: lo que pasó hace 66 millones de años fue el equivalente geológico a una pesadilla sin botón de apagado. No solo hubo extinción, sino además una cadena de infiernos químicos que, según la ciencia, resultó aún peor de lo que siempre habíamos imaginado.

Impacto brutal: un apocalipsis aún subestimado

Durante millones de años, los dinosaurios reinaron sobre la Tierra… hasta que, de repente, la fiesta se terminó: lluvias ácidas mortales, nubes de azufre que hicieron desaparecer el sol, océanos trastocados… Un drama de escala épica que aniquiló a la gran mayoría de las especies vivas de la época, incluidos los propios dinosaurios. Y aunque este escenario ya nos parecía digno de una película catastrofista, una nueva investigación, publicada el 21 de marzo por la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos (PNAS), revela que todo fue aún más brutal de lo que los científicos pensaban.

El infame asteroide que colisionó con nuestro planeta no solo dejó un cráter (el de Chicxulub, visible hoy en la península de Yucatán, México, donde aún quedan huellas del desastre), sino que levantó unas cantidades gigantescas de azufre a la atmósfera. Según James Witts, co-investigador del estudio y profesor en la Universidad de Bristol, “los científicos habían subestimado la cantidad de azufre liberada por el impacto del asteroide”.

Un planeta sumido en tinieblas y lluvias ácidas

¿El resultado inmediato? Un colosal nubarrón de gas sulfhídrico ascendió hacia la estratósfera, atajando por completo la luz solar. La consecuencia fue una oscuridad que duró, no años, sino décadas o incluso siglos. Imagínate vivir en un atardecer eterno, donde el Sol simplemente decide que no vuelve más. No sorprende que la vida de entonces viviera su verdadero infierno.

Pero la cadena de calamidades no terminó aquí. El mismo azufre suspendido en la atmósfera acabó provocando lluvias ácidas que alteraron la química de los océanos durante decenas de miles de años. Sí, leíste bien: decenas de miles. Mucho más tiempo del que se suponía previamente.

Un hallazgo por casualidad… con grandes consecuencias

Como suele pasar en la ciencia, este descubrimiento fue fruto de la casualidad. Un grupo de investigadores estaba analizando la geoquímica de conchas fósiles en un río del condado de Falls, Texas. Estando cerca del lugar del impacto, se animaron a recolectar algunos sedimentos adicionales para analizar. Y vaya si dieron en el clavo: estos sedimentos se enviaron a la Universidad de Saint Andrews, Escocia. Aubrey Zerkle, geoquímica y geobióloga, estudió los isótopos de azufre hallando “señales inusuales” que evidenciaban la enorme presencia de azufre atmosférico hace 66 millones de años.

Si bien esta pista química ya se había detectado antes en los polos, el hecho de observarla en rocas marinas del Cretácico corrobora que el volumen de azufre liberado tras el impacto fue mucho mayor de lo previsto. Así se entiende que el cambio climático producido fue probablemente mucho más severo de lo imaginado. James Witts explica al medio Live Science que “el cambio climático asociado pudo haber sido mucho más significativo que lo que creíamos antes”.

¿Azar mortal? El lugar impactado lo cambió todo

  • El 76% de todas las especies desapareció a causa de este cataclismo, según estimaciones.
  • Una gran parte del azufre emanado provino del subsuelo calizo rico en este elemento de la volcánica península de Yucatán.
  • Si el asteroide hubiera caído unos cientos (o miles) de kilómetros más lejos, tal vez el azufre liberado habría sido menor, el cambio climático subsiguiente no tan drástico… y puede que los dinosaurios hubieran tenido otro destino.

Así lo sugiere Witts: “Si el asteroide hubiese golpeado en otro punto, quizás no habría habido tanta liberación de azufre en la atmósfera y el cambio climático posterior no habría sido tan grave. Por ende, la extinción de los dinosaurios pudo no haber sido tan catastrófica”.

La próxima vez que contemples el cráter de Chicxulub en Google Maps, recuerda: la historia de la vida en la Tierra se juega a menudo en detalles accidentales y reacciones encadenadas. Y aunque no haya dinosaurios paseando entre nosotros, sus cenizas y las de sus tiempos apocalípticos aún resuenan bajo nuestros pies. ¿Quién dijo que la historia geológica era aburrida?

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