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Gutapercha, el material olvidado que cambió el mundo

gutapercha
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No es muy común oír hablar de este material, a pesar de que hizo posible nuestro increíble mundo moderno. En el siglo XIX facilitó la comunicación a distancia casi instantánea.

La savia de un árbol frutal que se encuentra en el archipiélago malayo, la gutapercha, se solidifica al contacto con el aire. Sometida a altas temperaturas se convierte en látex flexible que, gracias al proceso industrial, se puede moldear en formas complejas.

que es gutaperchaSus propiedades fueron descubiertas en Occidente en la década de 1840, y en los años siguientes se convirtió en el material más maravilloso de la época. Escribe «gutapercha» en el cuadro de búsqueda de Google y descubrirás su ubicuidad: marcos de fotografías, broches, botones, tabaqueras, tinteros, estatuas, cables, etc.

Si has tenido en tus manos algún objeto del siglo XIX posiblemente hayas tocado inconscientemente esta sustancia. Una mirada a los viejos anuncios en periódicos y la gutapercha está en todas partes. Puedes encontrar botas y cordones hechos de gutapercha, aros de vestir, pomos de puertas, trompetas, botes inflables, chubasqueros, bastones o pelotas de golf.

historia telegrafoPero no fue el uso de la gutapercha en las trompetas, las pelotas de golf y los aros de vestir lo que cambió el mundo. En septiembre de 1851, un telégrafo submarino se colocó con éxito en el Canal de la Mancha, comunicando las islas con cientos de pueblos y ciudades de toda Europa. Tal hazaña de la ingeniería fue posible gracias a que la gutapercha demostró ser el aislante ideal para el cable eléctrico de cobre. Ahora todo el planeta podría estar conectado por cable, reduciendo el abismo de meses que separaba las partes distantes del globo a solo unos segundos.

La gutapercha es el símbolo de una época que experimentó una enorme aceleración. La década de 1850 vio un boom en el que el comercio mundial se multiplicó por cinco y millones de imigrantes se aventuraron a establecerse en nuevas tierras. Los ferrocarriles extendieron sus tentáculos y se vivía en un vertiginoso utopismo. Sobre todo, la difusión de la red telegráfica parecía anunciar un futuro de unidad y paz.

La información se convirtió en uno de los elementos más valiosos. En la década de 1850, los Estados Unidos explotaron mercados lucrativos abiertos por la furia del libre comercio. Las exportaciones de algodón, alimentos y madera a Europa y Australasia aumentaron. Animado por el éxito del pionero cable del Canal, el empresario neoyorquino Cyrus West Field puso en marcha el mayor proyecto de ingeniería de la época, un cable de telégrafo a través del Atlántico.

Buque Cablero

Incendiado por una convicción casi mesiánica, Field creía que la obra se realizaría rápidamente, aunque de hecho, llevó años de esfuerzo, gastos y fallas repetidas. Finalmente, en agosto de 1858, el cable se colocó con éxito, provocando regocijo a ambos lados del Atlántico. El 1 de septiembre, 500,000 neoyorquinos se agolparon en Broadway para el estreno. La primera comunicación por cable trajo noticias de un tratado de comercio con China y del aplastamiento final por parte de los británicos de la rebelión india, información vital en un momento en que la economía estadounidense dependía cada vez más (como dijo un periódico estadounidense) de las «contingencias como la abundancia o el hambre, o la paz y guerra en otros lugares del mundo».

Aún así lo celebraron demasiado pronto. El sistema seguía dando fallos, pero eso no detuvo el impulso creciente. El mundo tuvo que esperar hasta 1866 para que la comunicación telegráfica transatlántica finalmente se hiciera realidad. En unos pocos años, la red telegráfica global se extendía desde San Francisco a Yokohama y Sydney,

primer cable submarinoEl sueño se había realizado. Pero, ¿había vuelto a la gente más pacífica y unida?. Nuestra propia experiencia en la tecnología digital actual nos da la respuesta. En todo caso, las comunicaciones instantáneas agudizaron los nacionalismos e intensificaron la competencia internacional por los mercados y las colonias. Los beneficiados fueron los grandes imperios.

Al igual que la generación de mediados del siglo XIX, también hemos recorrido el camino del utopismo al cinismo. Las máquinas que una vez prometieron la liberación se han convertido rápidamente en algo más oscuro, o al menos más ambiguo. Pero quizás la lección más importante es la forma en que los victorianos desconocían los materiales que hicieron posible sus tecnologías. Un único cable telegráfico a través del Atlántico requería gutapercha extraída de 250,000 árboles. A medida que crecía la demanda de más y más cables submarinos, se devastaron áreas enteras de selva tropical en una parte ya de por sí marginada del sudeste asiático.

Los grandes árboles se pudrieron en los bosques; ninguno fue replantado. A principios del siglo XX, la gutapercha estaba a punto de agotarse. Para entonces, sin embargo, se estaban utilizando materiales sintéticos para aislar el telégrafo y los cables telefónicos submarinos. Hoy en día, la gutapercha todavía se usa en pequeñas cantidades en odontología. En la era digital, estamos saqueando el planeta en busca de un suministro finito de metales y elementos que dentro de unos años se agotarán. Al igual que las personas que vivieron la primera era de la comunicación instantánea, no somos muy conscientes de «qué hay dentro» de nuestros inventos, y los vemos como algo ajeno al mundo natural. La historia de la pobre y  olvidadada gutapercha es un buen ejemplo de nuestros hábitos como consumidores del siglo XXI.

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