Nada más pisar el Nuevo Mundo, aquellos intrépidos españoles ya advirtieron aquel humo que los nativos expulsaban de sus bocas que provocaba el tiznón encendido que aspiraban. Rodrigo de Triana comprobó de primera mano sus efectos entre mareantes y reconfortantes y fue el primero que lo trajo a Europa.
Pronto se extendió su consumo entre todos aquellos que podían pagarlo. Pero no tardó la Iglesia Católica en «poner el grito en el cielo» al considerar aquel humo como algo diabólico, una especie de conexión etérea con los espíritus malignos.
Una de las primeras medidas fue que nuestro amigo Rodrigo fuese encarcelado por la Inquisición, pero paralelamente a ese rechazo institucional en Europa, aquellos curas aventureros fumaban un «cigarrillo» tras otro durante las liturgias. Hasta 1583, año en el que fueron advertidos que el consumo de tabaco en la administración de los sacramentos estaría penado con la condenación eterna de sus almas. Una vez terminada la misa tendrían permiso para fumar a su antojo.
El papa Urbano VIII, el 30 de enero de 1642, emitió la bula Cum Ecclesiae en respuesta a las quejas del Decano de la Catedral de Sevilla, por la que se declaraba que cualquier persona que consumiera tabaco por la boca o por la nariz (hay que recordar que así fumaban los americanos), ya sea rayado, en polvo o en pipa, en las Iglesias de la Diócesis de Sevilla, recibiría la pena de excomunión latae sententiae.
En 1650, ocho años después de la bula de Urbano VIII, Inocencio X impuso la misma pena para el uso del tabaco en las capillas, en la sacristía o en el pórtico de la Archibasílica de San Juan de Letrán de San Pedro de Roma, por la razón de que se había invertido mucho tiempo y dinero en embellecer con mármoles y bajo relieves y no se quería que fuesen manchados con el jugo del tabaco y el humo.
La pregunta clave vino en 1685. Muchos teólogos se ensarzaron en un polémica discusión sobre si estas normas debían aplicarse a la Iglesia Universal y, de ser así, se preguntaban a que lugares afectaría (rectorado, capilla, sacristía…). En 1725 se revocó la pena de excomunión por fumar en San Pedro, ya que Benedicto XIII se dio cuenta de que los parroquianos tenían la tendencia a salirse a la puerta a «echar un cigarrillo» y se decidió que lo mejor era que se quedasen fumando en el interior, evitando así la interrupción de la liturgia o que se perdieran parte de ella. Pronto se volvería a prohibir.
Benedicto XIV, Pio IX, León XIII, Pio X, Pio XI, Juan XXIII le daban al tabaco cosa mala y como curiosidad citar que Benedicto XVI compraba el Marlboro por cartones hasta poco antes de ser nombrado Papa. Santos vicios que los llaman…
Acabamos como empezamos: con los fumadores perseguidos.
Y en medio: apología del tabaquismo en todas partes. En el aula, en la Iglesia, en las reuniones familiares, en el Congreso, en los anuncios(Marlboro y los 7 Magníficos), en las películas (Bogart), en las discotecas, en las cafeterías… Primero te enganchan y luego te dicen que el tabaco es malo. Mientras, el Estado se forra con los impuestos y permite que las tabaqueras echen mierda al tabaco.
Un saludo.
Cayetano,
Es otra de las muchas contradicciones a las que nos vemos abocados. «No fumes, que mata» pero hay más estancos que chorizos… los curas, no se quedan atrás…
Saludos
A todos estos fumadores habría que añadirles el vicio de tomar churros con chocolate y serían perfecta imagen de una sociedad acostumbrada a todo vicio mundanal.
Un abrazo amigo
Así se escribe a historia. Pero al final van atener razón «El tabaco mata» Ya sabes que el refrán dice «Haz lo que te digo pero no lo yo hago».
Me ha gustado mucho tu post . Queda patente lo de las contradicciones de los humanos.
Bss
Senovilla,
Parece que me estuvieses describiendo mientras me zampo unos churros antes de fumarme el cigarro de rigor, jajaja
Un abrazo, amigo
Katy,
🙂 Ese refrán nos suena de algo ¿verdad? Dicen que la vida sería muy aburrida sin esos pequeños vicios, aunque no estoy totalmente de acuerdo con esa aseveración, pero, que diantres, humanos y pecadores somos…
Besos
Si es que nadie se libra del vicio… en ninguna época.
Bea,
Desde los inicios de nuestra especie sómos débiles… 🙂
Saludos
Hasta los Papas quedan atrapados por las garras de los vicios… será su condición humana.
Un abrazo magister.
Javier,
Bien nos lo cuentas en «De lo humano y lo divino»…
Un abrazo, maestro
Todos a fumar… yo recuerdo cuando en la televison la gente fumaba en los platós
Alambrado sea Jesús. Si la Santa Madre Iglesia lo prohibe, nada tengo que añadir. Hágase según su palabra. Para una vez que estamos de acuerdo…
Oscar,
En la década de los 80 recuerdo como fumaban en «La clave» y otros programas. El plató lleno de humo… 🙂
César,
No lo alambres que ya fue crucificado 😉 Me comentaba en facebook una buena amiga que en Béjar montaba el cura una buenas timbas de cartas fumando como carreteros. Ya los juzgará el de arriba…
Jjajaja Sí, como dice Oscar, ahora nos choca mucho ver las viejas imágenes de TVE con presentadores e invitados fumando… como en el Parlamento, ¡incluso creo recordar la jura de algún cargo con el cenicero al lado de la Biblia y el crucifijo!
Abrazos, Felix
Xibelius,
Recuerdo ver en las unidades de maternidad a los futuros padres fumando como cosacos y, ojo, los ver a un medico fumando por un pasillo no era algo inusual. Hay que fastidiarse…. 🙂
Un abrazo!
En las Iglesias, en las Universidades, en los Hospitales. Hemos pasado de fumar en todos lados a ir por la calle y que se oiga entre dos personas lo siguiente (verídico): – Oiga me molesta ese puro que fuma – (contestación del fumador): – Pues váyase a un bar, el único sitio donde puedo fumar es en la calle – 😉
Chema,
Como fumador que soy sé donde acaba mi libertad, pero dentro de poco «a fumar a Mordor» 🙂
Un abrazo