El 13 de marzo de 1781, William Herschel miraba a través de su telescopio y contempló algo fantástico: Urano. Fue un descubrimiento monumental para el mundo de la ciencia, pero esa no fue la única razón por lo que fue impresionante.
Primero, los telescopios de la época eran extremadamente limitados, y el dispositivo de Herschel era más o menos una lupa con forma de tubo, especialmente cuando se compara con la tecnología de escaneo del cielo de alta potencia de la actualidad .
Segundo, Herschel era un recién llegado relativo a la astronomía. Había pasado la mayor parte de su vida como un exitoso compositor y músico, y sólo comenzó a desarrollar interés por el cielo nocturno a la edad de 34 años, algo avanzado para la longevidad de la época. Unos años más tarde, Herschel se levantó una noche, se puso a observar la Constelación de Géminis y encontró un cometa, o eso creía. El objeto en cuestión se parecía más a un disco plano, pero al observar detenidamente su movimiento parecía ser demasiado lento para ser un cometa.
Posteriores observaciones confirmaron que Herschel había encontrado un nuevo planeta, el primero que se descubrió con un telescopio.
Poner nombre a un objeto astronómico es privilegio de su descubridor: con galantería, Herschel bautizó al planeta con el curioso nombre de Georgium Sidus («Planeta Jorge»), en un extraño homenaje al rey Jorge III de Inglaterra que acababa de perder parte de sus posesiones en América del Norte por la independencia estadounidense de 1776.
El «Planeta Jorge» siguió llamándose así hasta bien entrado el siglo XIX, a pesar de la oposición del astrónomo Johann Elert Bode, que insistía en que Herschel debía continuar con la tradición mitológica. Si los nombres de los planetas contiguos eran Marte, Júpiter y Saturno, el recién llegado debía bautizarse Urano. Bode justificaba su punto de vista en que se debía continuar la secuencia genealógica: nieto, padre, abuelo. El bisabuelo (padre de Saturno) era Urano, que adecuadamente personificaba al cielo estrellado.
En 1783 Herschel descubrió que el Sol no estaba quieto como siempre se había creído: comparando las observaciones de diferentes estrellas relativamente «fijas», demostró que la nuestra se desplaza, arrastrando a la Tierra y al resto de su séquito planetario, hacia la estrella Maasym.
Después de trabajar sin cesar durante dos años, William completó en 1789 la construcción de su más grande y poderoso telescopio: un gigante con una apertura de 1,2 m, conocido como Telescopio de 40 pies por la longitud de su tubo. Lo apuntó al cielo nocturno por primera vez el 28 de agosto y en contados minutos descubrió la sexta luna de Saturno, Encélado. El 17 de septiembre detectó por primera vez la séptima luna, Mimas, lo que da una idea de la extraordinaria calidad óptica de ese enorme instrumento. El Herschel de 1,2 m mantuvo la marca de ser el mayor telescopio del mundo durante más de cincuenta años, para ser superado solamente por el «Leviatán» de Lord Rosse, que poseía un espejo de 1,98 m de diámetro.
William Herschel más tarde descubrirá más de 2500 nebulosas, acuñaría la palabra «asteroide» e inventaría varios telescopios nuevos. Sus descubrimientos allanaron el camino para las nuevas tecnologías y enfoques científicos, y todo comenzó con Urano.
(*) Referencias: Mental Floss, Wikipedia Imágenes: WikimediaCommons Dominio Público
William Herschel forma parte de esa rica nómina de amantes de las estrellas. Estos hombres eran extraordinarios. Sin apenas medios aportaron mucho.
Un saludo, Félix.
[…] Cómo un astrónomo aficionado descubrió Urano: «El 13 de marzo de 1781, William Herschel miraba a través de su telescopio y contempló algo fantástico: Urano. Fue un descubrimiento monumental para el mundo de la ciencia, pero esa no fue la única razón por lo que fue impresionante. Primero, los telescopios de la época eran extremadamente limitados, y el dispositivo de Herschel era más o menos una lupa con forma de tubo, especialmente cuando se compara con la tecnología de escaneo del cielo de alta potencia de la actualidad…» […]