En 1917, cuando aún era un cachorro, fue visto vagando por los campos de la Universidad de Yale. Robert J. Conroy se encontraba en plena formación militar en esos momentos y encontró a este pequeño perro de cola corta al que decidió llamar Stubby. No le fue posible saber su raza exacta. Periódicos de la época afirmaban que era un Pit Bull, y aunque ciertamente tenía algunas de las características de la raza, la mayoría lo calificaban como “indeterminado” o “mixto”.
Conroy llevó a Stubby de vuelta al campamento, y aunque las mascotas no estaban permitidas, demostró ser bueno para la moral de los soldados y logró ser admitido entre ellos por los mandos. Mientras vivió con los soldados, el inteligente Stubby también entrenaba con ellos. Aprendió a saludar con su pata y se familiarizó con los toques de corneta y las rutinas de marcha.
Se había convertido en una especie de mascota para el 102º Batallón de Infantería. El uso de los perros es algo común en las guerras, pero el ejército de Estados Unidos no empleó a muchos de ellos, que sí eran más utilizados con frecuencia por los europeos.
Al menos, Conroy, obviamente, pensaba que el perro se había ganado un cargo honorífico, así que lo coló de “contrabando” en un buque camino de Europa, rompiendo algunas reglas militares. Una vez a bordo, escondió a Stubby en una carbonera hasta que el barco estaba en la mar. Cuando apareció Stubby, la mayoría de los soldados se llenaron de felicidad. Sin embargo, cuando el oficial al mando descubrió al perro, entró en cólera. Quizás, viendo que estaba en problemas, Stubby le dirigió un saludo que impresionó tanto al oficial que permitió que el can se quedara. La división 102 o , más tarde, estaría agradecida por haber reclutado a este fiel amigo entre sus filas como pronto veremos… El 102º llegó a las líneas del frente en Francia el 5 de febrero de 1918. Estaban bajo fuego enemigo constantemente, y Stubby pronto se acostumbró a los disparos y las explosiones, eran ya parte de su vida cotidiana.
Demasiado pronto, sufrió su primera lesión: la inhalación de gases tóxicos lo llevó al hospital, donde fue tratado junto a sus compañeros de dos piernas… Tuvo una recuperación completa, pero es que además, la inhalación de aquellos peligrosos gases lo había hecho muy sensible a su olor característico. Esto fue muy útil durante un ataque de gas de los alemanes un tiempo después, pues una mañana, mientras que la mayor parte de los soldados estaban dormidos, Stubby olió el gas asesino, empezó a ladrar y despertó a la mayor parte de los soldados antes de que inhalaran demasiado, salvando muchas vidas.
No era sólo su olfato lo que ayudó a los soldados; sus oídos también lo hicieron. Stubby fue capaz de lanzarse entre las trincheras de los ejércitos enemigos y encontrar a los soldados heridos.
También fue entrenado para diferenciar entre hablantes ingleses y alemanes, y aprendió a ladrar desde la ubicación de los soldados heridos de habla inglesa hasta que llegaran los paramédicos para cuidar de ellos.
.En un incidente, capturó a un espía alemán. Iba mapeando las trincheras aliadas cuando vio a Stubby y lo llamó en alemán. El perro, que no era tonto, reconoció que era un enemigo y lo atacó, manteniéndolo inmóvil hasta que los militares estadounidenses llegaron a apresarlo. Stubby fue ascendido al rango de sargento por la captura de este espía, convirtiéndose en el primer perro en lograr tal rango en el ejército de Estados Unidos, por no mencionar que ya superaba el de su dueño (un cabo)…
Sin embargo, Stubby no escapó de la guerra indemne. Además del incidente del gas, fue herido al menos una vez más, viniendo de una batalla con metralla incrustada en el pecho y las piernas. Fue llevado al hospital y tuvo que someterse a una cirugía, pero terminó teniendo una recuperación completa. Mientras convalecía, visitaba a los soldados en el hospital, elevándoles la moral.
Con todo, Stubby sirvió en 17 batallas durante la guerra. Salió de contrabando en un barco, pero cuando aterrizó en suelo americano era ya una celebridad. Había servido fielmente en la guerra, salvando muchas vidas y ganando varias medallas por sus diversas acciones. Se “reunió” con el presidente Woodrow Wilson, visitó la Casa Blanca dos veces, y encabezó varios desfiles militares. En 1926, a la edad de 9 o 10 años, Stubby falleció. Su cuerpo fue donado al Smithsonian Institute, donde se ha conservado y puesto en exhibición, junto con sus medallas. Si tienes curiosidad, algunas de las medallas de Stubby fueron:
- Yankee División YD Patch
- Medalla francesa
- Medalla Convención legión americana 1st Annual
- New Haven Medalla WW1 Veteranos
- República de Francia Medalla de la Gran Guerra
- Medalla Campaña St Mihiel
- Corazón Purpura
- Medalla de la campaña Thierry Chateau
Imágenes: Wikimedia Commons, Flickr Fuentes: Smithsonian Institute
Ya quisieran algunos “homo sapiens” tener la mitad de valía y de inteligencia de ciertos chuchos.
Un saludo.
Y tanto que sí, en valor y fidelidad nos ganan por goleada…
Saludos, Cayetano
Una historia tierna sin duda y que demuestra la inteligencia de algunos animales, que sin saber muy bien como superan con creces nuestra raza tan creída superior.
Más allá de mi amor por los perros, tenemos que reconocer que nos superan en muchas cosas y más un humano como dice el amigo Cayetano podría aprender mucho de ellos.
Bss y feliz Pascua