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La historia del primer parto sin dolor

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La primera vez en la historia que se usó anestesia en un parto

Ocurrió el 19 de enero de 1847 y fue hecho por el médico Sir James Young Simpson en Edimburgo, Escocia. Fue la primera vez en la historia que la anestesia moderna se utilizó para aliviar el dolor del parto. Y decimos bien, «aliviar».

Simpson era un obstetra con talento y sólo 28 años, y se convirtió en profesor de medicina y partería de la Universidad de Edimburgo. Muchos de sus colegas (mayores) lo tachaban de «principiante» y se dice que su segundo nombre, «Young», era motivo de burlas despectivas por parte de sus detractores.

James Young Simpson (1811-1870)

Simpson utilizó inicialmente el éter como anestésico en los partos, pero pronto comenzó a buscar un método alternativo debido al «olor desagradable y muy persistente» del gas y al hecho de que era irritante para los pulmones de los pacientes. Su experimentación con el cloroformo -descubierto en Estados Unidos en 1831 por el médico Samuel Guthrie– comenzó en noviembre de 1847, con una botella de brandy y cloroformo. La historia cuenta que mostró la botella llena a sus huéspedes y les pidió que la inhalaran. A la mañana siguiente, todos se encontraban en el suelo inconscientes.

Con trabajo y la colaboración de sus ayudantes -químicos locales-, consiguió la formulación correcta. Con el tiempo, la forma de administrarse se mejoró: en lugar de una nube de humos procedente de una botella de brandy, los médicos desarrollaron un aparato parecido a una cachimba de vidrio con tubos largos unidos a una máscara. El médico, administraba el anestésico gota a gota. Este método buscaba reducir el riesgo de muertes por sobredosis, lo que constituía una preocupación importante desde el principio de sus experimentos.

Simpson fue el primero en descubrir las propiedades anestésicas médicas del cloroformo, y pronto comenzó a usar la droga para ayudar a las mujeres en el parto. La comunidad médica aplaudió sus logros, al igual que muchas mujeres en edad fértil, pero algunos calvinistas escoceses (y miembros de otras religiones) no fueron tan felices. El Génesis 3:16 era muy claro al respecto: las mujeres debían sufrir en el parto como castigo por comer fruta del Árbol de la Sabiduría: «Dios dijo a la mujer, ciertamente multiplicaré tu dolor en la maternidad, con dolor producirá hijos». Para aquellos que tomaban la Biblia literalmente, aliviar el dolor de una mujer era anatema.

Algunos escritos de la época describen la división entre la medicina y la religión sobre esta cuestión, mientras que otros relatos afirman que la respuesta religiosa a anestesiar «la maldición de Eva» ha sido exagerada por la historia. En general, es justo decir que la iglesia no estaba encantada con el uso de la anestesia durante el parto. Cuando Simpson introdujo su descubrimiento en 1847, la Iglesia calvinista escocesa lo proclamó una «invención satánica». Las mujeres embarazadas fueron advertidas por los predicadores: Utilice este «tratamiento diabólico» y a su bebé le será negado el bautismo. Así funcionaban las cosas.

Un dibujo que recreaba los efectos del cloroformo en James Y. Simpson y sus amigos

La opinión pública cambió después de que la reina Victoria tomara el cloroformo (aplicado por el Dr. John Snow, famoso por sus trabajos relacionados con el cólera) para el nacimiento de su octavo hijo, Leopoldo, en 1853. La reina escribió en su diario: «El Cloroformo tiene un efecto calmante, silencioso y delicioso». Su última hija, la princesa Beatriz, también nació con la ayuda de anestesia. Claramente, todo había dado un vuelco.

 

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