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Historia del afeitado, origen y evolución

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Antes del sigo XX, los hombres se afeitaban con una navaja barbera, una herramienta muy afilada que, manejada con destreza sobre un rostro humedecido y enjabonado, dejaba la piel tan fina como el trasero de un bebé. Para ello eran imprescindibles los preparativos que llevaban a ablandar el pelo y lubricar la superficie cutánea de modo que la tarea no fuera sangrienta, y de ahí el consejo, popular desde el siglo XV: “Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar”.

El afeitado, una tradición milenaria

Aunque desde el neolítico ya se practicaba, el hábito generalizado de afeitarse se remonta, al menos, al antiguo Egipto, cuando se utilizaban herramientas de bronce para este cometido. Alejandro Magno introdujo la costumbre en el mundo grecorromano, de modo que en la antigua Roma surgió la figura del tonsor, profesional que sería el precursor de los barberos.

delantal barba de calidadEscipión el Africano, el importante político de la República romana, el general que derrotó a Aníbal en la famosa batalla de Zama, y hombre de gran ingenio, tenía por costumbre rasurarse la barba a diario. El ritual del afeitado se tornó importante socialmente e incluso se practicaba un ritual a los jóvenes que señalaba el paso de la pubertad a la madurez, la depositio barbae.

Así, la barba no era muy popular entre los romanos hasta que el emperador Adriano la puso de moda ya que tenía un tupido vello facial que lucía con orgullo, y de paso ocultaba algunas imperfecciones cutáneas. Con el triunfo del cristianismo los miembros de la incipiente Iglesia Católica comenzaron a dejar crecer sus barbas como símbolo de sabiduría, pero tras el cisma de Oriente la Iglesia de Roma recomendó el afeitado para distinguirse de la iglesia bizantina, que siguió teniendo la barba en alta estima, hasta hoy.

Hasta mediados del siglo XIX los oficios de barbero, dentista, peluquero y cirujano coincidían en la misma persona, ya que la navaja, de acero desde el siglo XVIII, era el instrumento con el que tanto se podía afeitar como hacer las sajaduras y cortes propios de las operaciones.

El invento de King C. Gillette

La primera maquinilla de afeitar que proporcionó seguridad y protección durante el afeitado fue inventada por el estadounidense King Camp Gillette a finales del siglo XIX. Era un hombre que viajaba mucho y gustaba de afeitarse a diario, pero se encontraba con un problema: el «traqueteo» de los trenes ponía en peligro su rostro cuando intentaba afeitarse en el lavabo con este en marcha.

Gillette tuvo la idea de fabricar un producto que fuera usado pocas veces y pudiera ser desechado. Las navajas de afeitar de la época eran caras y requerían un afilado constante; una cuchilla de afeitar que se desechara al perder su filo se convertiría en una necesidad a la vez de ser un negocio muy lucrativo.

afeitado historiaLas maquinillas que proporcionaban protección durante el afeitado ya se habían fabricado a mediados del siglo XIX, pero aún usaban una navaja forjada. La primera verdadera maquinilla de afeitar la inventaron los hermanos Kampfe en 1888. Esta maquinilla se caracterizaba por proteger la cuchilla del contacto excesivo con la piel. Sin embargo, sólo usaba una cuchilla que tenía que ser retirada para después volver a ser afilada. Gillette mejoró este diseño y logró un producto barato de producir en serie.

La llegada del acero inoxidable

Gillette fabricaba cuchillas de acero al carbono hasta los años sesenta. Estas se oxidaban muy rápidamente y requerían ser reemplazadas con frecuencia. En 1965, la empresa británica Wilkinson Sword empezó a vender cuchillas de acero inoxidable, las cuales se podían usar hasta que se desafilaran. Con esto, esta empresa se hizo rápidamente con el mercado europeo, forzando a Gillette a fabricar también cuchillas del mismo material para poder competir.

El ritual del barbero

La navaja barbera había de tener siempre el filo en perfectas condiciones, para lo cual se afilaba antes de cada uso pasándola unas cuantas veces por un asentador. Las grandes innovaciones del siglo XX fueron dos: la maquinilla con hojas desechables, que hizo olvidar la necesidad de afilar la navaja y se convertiría en el modelo de moda; y la máquina eléctrica, que permite afeitar en seco.

Así, las posibilidades hoy en día son múltiples: existen maquinillas con una, dos, tres y hasta cinco cuchillas, con vibración, con cabezal basculante y con banda lubrificante. También hay máquinas eléctricas de afeitar en seco, todo ello tanto para hombres como para mujeres.

Por supuesto, siempre se puede continuar con la navaja barbera y el incomparable ritual de enjabonarse con la brocha, propio de quienes han aprendido a disfrutar del afeitado. Y claro está, siempre existe la posibilidad de dejarse barba.

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