Siempre bien vestido, de fortuna abundante que venía de su familia, aunque de su familia vino todo, vino la fortuna y vino la desgracia. Porque su cuerpo quebradizo, frágil, endeble fue una consecuencia de los cruces dinásticos, de esos linajes de la rancia nobleza europea. Sus padres venían de dos familias muy cercanas. De hecho eran primos hermanos. Los Condes de Toulouse y los Vizcondes de Lautrec, esa fatídica unión de ambas familias provocó en él esa poca fuerza que tenía y que se iba apagando con el paso de los años…
Nos encontramos en Albi (antiguo territorio de los Cátaros) el 24 de noviembre de 1864. Un niño menudo que tiene una fragilidad extrema en sus huesos. Tiene un cuerpo que literalmente “se le cae”, no le soporta. Es un niño que no termina de crecer adecuadamente, y que en consecuencia tiene la sobreprotección de su madre Adèle, que le cuida, que le mima, que le quiere, que le protege, que le enseña nobles artes, y también le introduce en el mundo de la Filosofía, de la Geografía, de la Historia. Y así va creciendo el pequeño Henri, creciendo más por dentro que por fuera…
Su infancia es feliz, en Chateau du Bosc corretea, tiene sus primeros amigos, sus primeros juegos, todos hablan de él como un niño feliz, a pesar de su menudo cuerpo. En 1873, la familia viaja a París, y el niño es inscrito en el Liceo, y allí destaca como alumno, y empieza a mostrar su afición por el dibujo, y la madre lo fomenta. Cuando tiene 13 años, ya ha pintado su primer cuadro, Artilleros a Caballo. Pero en 1878 llega la fatalidad. Ese mal heredado de la familia, la consanguinidad… el niño resbala, se cae de una silla y se rompe el fémur izquierdo. La recuperación es lamentable, desastrosa, el fémur no termina de soldar. El niño anda con muletas, el niño está triste, y lo está pasando realmente mal porque no puede seguir el ritmo de sus amigos. Cuando por fin empieza a ver un halo de esperanza, al año siguiente resbala, se vuelve a caer, y se parte el otro fémur. Los médicos lo intentan todo, la familia gasta una enorme fortuna en intentar recuperar la salud de Henri, pero todo es imposible, nada hace ver que se pueda recuperar. Los médicos dictaminan “Quedará lisiado de por vida”. El niño sufre toda suerte de experimentaciones, corrientes eléctricas, incluso le cuelgan del techo y en sus pies colocan unos plomos. Y el niño lo sufre todo sin proferir un solo lamento, sin quejarse. Toulouse Lautrec nunca se quejó a lo largo de su vida. Siempre con su mirada lánguida, soportando el dolor, la desidia, el insulto de aquellos que le veían como un ser deforme (Quasimodo le llamaban).
Cuando tiene 16 años, pinta su primer autorretrato, y se pinta a si mismo sentado en una mesa, ocultando sus piernas. Eso sí, en la mesa se pueden ver toda suerte de objetos, que tienen la misión de distraer la atención de aquel que mira el cuadro. En 1882, la madre decide que Henri se instale en París, ya que quiere ser pintor, había encontrado su vocación. Y París está viviendo un momento esplendoroso. Los mejores estaban allí (aunque en ese momento ni siquiera ellos mismos lo sabían). Se inscribe en un taller. Su maestro Bonnat dijo de él “Pinta de manera horrible, no sabe dibujar, nunca llegará a nada…”. En 1884 Henri monta su primer taller pictórico, ha comenzado su carrera, y París será la modelo. Observa las calles, la actividad, el populacho, la gente que pasea por las calles de la ciudad Luz, la luminosa París. Esa es su casa, y allí se encuentra muy cómodo. Todos le miran, pero él aprovecha para mirar a todos…
Y en estos sitios se encuentra con personajes sumamente curiosos, bailarines, actores, actrices, gentes de baja ralea, gentes de alta alcurnia que pasan por malos momentos, y las prostitutas, su gran obsesión. Rompe normas cuando empieza a utilizar a prostitutas como modelos. Los dueños de estos cabarets empiezan a encargarle dibujos para utilizarlos como reclamo en la puerta de sus locales. Él bebía hasta la saciedad en todos estos locales hasta que cerraban. Pero aquellos carteles se convierten rápidamente en el paradigma del Art Nouveau, y se hace conocidísimo en París, en los ambientes bajos y en los altos.
La enfermedad empieza a hacer mella en su cuerpo, ya que la sífilis se había instalado en él (demasiada actividad en los prostíbulos). En la década de los 90, siendo ya un pintor consagrado, viaja a Londres, y se junta con uno parecido a él, Oscar Wilde. Y a este le hizo un retrato que algunos dicen que es un retrato cumbre. Lo presenta tal y como era, patético, tremendo, ácido, dicen que fue el único que consiguió retratarlo bien. Esto fue en 1895. Pero llegaba la decadencia, no podía con su alma, por sus defectos físicos, y por sus agobios psíquicos. En 1897 le recogen en las calles, absolutamente alcoholizado. Dicen que en un delirium tremens vió arañas en las paredes, y empezó a disparar contra ellas. Todos empezaban a murmurar que se había vuelto loco, que estaba trastornado. Su obra, mientras tanto, se mantenía intacta, porque a pesar del alcoholismo todavía pintaba con trazo firme. Una simple mirada en un burdel, en un cabaret, en un teatro, era más que suficiente para que en ese mismo día pintara 2 o 3 cuadros. De nuevo, en 1899, le tienen que recoger porque está tremendamente afectado por el alcohol. Su madre le interna en un Psiquiátrico, y allí, para demostrar que no está loco, hace una colección de pinturas sobre el Circo. Pero ya era demasiado tarde para él.
Buen trabajo de documentación.
Enhorabuena, todo lo que nos presentas es super interesante.
Besos y gracias por tu presencia