Los Estados Unidos ha hecho de la mentira un arma de guerra desde que llegaron a la escena internacional a comienzos del siglo XX. En nombre del dicho de que el fin justifica los medios, y alegando que se está socavando los principios morales de la Constitución de los Estados Unidos y la democracia occidental.
Sus declaraciones oficiales se desacreditan solas, incluso cuando se presentan hechos como el uso de armas químicas por parte del gobierno sirio en agosto de 2013.
Observamos que los Estados democráticos europeos por su parte, casi nunca han practicado mentira por razones geoestratégicas, tal vez por el apego a un antiguo código de honor (la única excepción que recordamos se refiere a una provocación del general Bonaparte en 1797 para destruir la República de Venecia).
Una tradición centenaria
Washington inaugura la mentira de Estado en 1848, con un incidente fronterizo trivial que permite al presidente James Polk atacar México y apoderarse de varios territorios que ahora forman parte de California, Utah, Nuevo México y Arizona ¡nada menos! Abraham Lincoln fue una de las pocas personalidades que habló en contra de esta agresión escandalosa. Le costó su asiento en la elección siguiente.
Más tarde, la explosión en 1898 del crucero Maine y el hundimiento en 1915 del británico Lusitania, ayudaron a movilizar a la opinión pública estadounidense a favor de la entrada de Estados Unidos en la guerra contra España y Alemania respectivamente.
La explosión del Maine en el puerto de La Habana fue atribuida inmediatamente por la prensa de Estados Unidos a España… No fue hasta 1911 que una comisión de investigación reconoció el origen accidental de la explosión, mucho después de que el ejército de Estados Unidos aplastara al ejército español y se apoderara de lo que quedaba del imperio colonial español.
La prensa estadounidense denunció también el hundimiento del Lusitania por un submarino alemán, con la muerte de varios ciudadanos de E.E.U.U. Los alemanes se justificaban al afirmar que el barco transportaba armas en secreto. Los anglosajones lo negaron por activa y por pasiva durante casi dos años, hasta abril de 1917, y utilizaron esta tragedia para crear una corriente de opinión en contra de Alemania.
Por último, en 1972, la desclasificación de los archivos del incidente confirmaron las palabras alemanas. En otras palabras, los anglosajones utilizaron a los pasajeros del Lusitania como escudos humanos para pasar armas de contrabando.
Otra mentira: 6 de agosto de 1945. En la radio, el presidente Truman anunció la explosión de una bomba en Hiroshima. En el mismo comunicado describe a la ciudad como ¡“base militar”!
Otra mentira ligeramente diferente es la insurrección “espontánea” de 1903 en la ciudad de Panamá, entonces bajo soberanía de Colombia, para llevar al istmo de independizarse. Así que los EE.UU. podrían garantizar su permanencia en el territorio del futuro canal.
Mentiras contra-productivas
El presunto ataque contra dos destructores en el Golfo de Tonkin en agosto de 1964 dio al presidente Lyndon Johnson el pretexto de los bombardeos sobre Vietnam del Norte. Una década más tarde, recibieron una humillación de la que el país tardó en recuperarse.
Por último, todo el mundo recuerda las mentiras que acompañaron a la Guerra del Golfo en 1991, con la historia que contó una enfermera de Kuwait ante el Congreso de Estados Unidos, sobre el abuso de las tropas iraquíes, entre ellos el asesinato de recién nacidos en las maternidades.
Transmitido por todos los canales de televisión, este “testimonio” ayudó a movilizar a la opinión internacional contra Saddam Hussein, que unos meses antes era un aliado de Occidente contra Irán.
Más tarde resultó que esta “enfermera” no era otra que la hija del embajador de Kuwait en Washington.
Por último, pero no menos, en abril de 2003, Washington y Londres (y Aznar…) entraron en guerra con Irak con el argumento de que Saddam Hussein tenía “armas de destrucción masiva” peligrosas para la paz mundial.
El Secretario de Estado Colin Powell mostró al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas el 5 de febrero de 2003, una bombilla de polvo blanco -supuestamente ántrax- como prueba de la existencia de estas armas.
El resultado demostró de manera concluyente que no existían esas armas o fueron destruidas hacía mucho tiempo.
Esta mentira estaba destinada a vengar a las víctimas de la tragedia del 11-S y dará como resultado la ruina de todo el Oriente Medio, desde Pakistán a Egipto, y el despertar de la antigua guerra entre chiíes y suníes. Por cierto, a esta “moda” nos hemos apuntado los europeos; aún hay más mentiras, muchas más…
Grandes expertos en el arte de la manipulación. La opinión pública norteamericana necesita acallar su conciencia con mentiras o medias verdades.
Un saludo.
Han hecho de la mentira de Estado su modus vivendis, lo triste es que por estos lares también nos hemos apuntado a esta “moda”.
Saludos, Cayetano