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Cuando la nostalgia era una enfermedad

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El médico suizo Johannes Hofer acuñó el término en una disertación médica en 1688, del nostos griego, regreso a casa, y algos, dolor. La enfermedad se tildaba como una especie de paranoia, similar a la melancolía, salvo que era específica de un objeto o lugar.

Aunque a Hofer se le atribuye el nombre de nostalgia, ya existía ese concepto. Durante la Guerra de los Treinta Años, al menos seis soldados fueron dados de baja del ejército español de Flandes con el «mal de corazón». La enfermedad llegó a asociarse con los soldados, particularmente suizos, y es que muy susceptibles a la nostalgia cuando escuchaban una canción suiza muy popular, Khue-Reyen.

También estaban predispuestos a la nostalgia los niños que perdían a sus madres, los jóvenes entre 20 y 30 años, y las mujeres que salían de casa para trabajar en el ámbito doméstico. El otoño era una estación particularmente peligrosa, las hojas que caían recordaban quizá a los soldados su situación y les hacían preguntarse porqué pasaban su tiempo en una guerra en tierras lejanas en lugar de gozar de las comodidades del hogar.

Al parecer, casi cualquier cosa bajo el sol podría causar nostalgia. Una educación demasiado indulgente, haber nacido en las montañas, la ambición insatisfecha, la masturbación, las comidas raras y el amor (especialmente el amor feliz), podrían provocar la enfermedad. En los siglos XVIII y XIX, algunos médicos estaban convencidos de que la nostalgia provenía de un problema patológico.

Algunos de los síntomas que presentaban las víctimas son bastante lógicos: melancolía, seguro; pérdida de apetito, normal; suicidio, molesto pero comprensible. Sin embargo, muchos otros síntomas que se reunieron bajo el paraguas de la nostalgia casi seguramente tenían distintas causas: desnutrición, inflamación cerebral, fiebre y paros cardíacos, por citar algunos.

El médico francés Le Cointe citó el ejemplo de la nostalgia del ejército ruso en 1733, en su camino hacia Alemania. El general dijo a las tropas que el primero que sintiera el «virus nostálgico» sería enterrado vivo. Hizo bien, ningún soldado mostró síntomas.

Cuando la nostalgia cruzó el charco a los Estados Unidos, después de la Guerra Civil, la táctica de «asustar» fue reemplazada por «la vergüenza». El médico militar estadounidense Theodore Calhoun creía que la nostalgia era algo de lo que tenían que avergonzarse, sólo propio de los indómitos, ociosos y débiles. Propuso curarla con una dosis saludable de burla pública e intimidación. Tal vez por eso la mayoría de la gente no sentía nostalgia.

Otras dudosas curaciones que se intentaron fueron el uso de sanguijuelas, purgas sel estómago e hipnosis. Los médicos a veces tomaban la solución obvia de permitir que los pacientes regresaran a casa, lo que los dejaba sin síntomas. Pero incluso eso no estaba garantizado, si la casa que anhelaban había cambiado significativamente o simplemente ya no existía.

Obviamente, la visión sobre la nostalgia ha cambiado a lo largo de los años. Pero el consejo sobre el tratamiento del médico francés Hippolyte Petit es tan relevante para alguien que se aferra al pasado hoy como lo fue para un soldado enloquecido por una canción de ordeño hace cientos de años: «Crear nuevos amores para la persona que sufre de la enfermedad del amor; Alegrías para borrar la persistencia de lo viejo «. O bien, dejarlo ir…

2 COMENTARIOS

  1. En tiempos de Felipe V, el rey loco, y de su hijo Fernando VI, se usaba mucho lo de enfermar del «mal de melancolía». Lo que tenían estos dos eran alucinaciones combinadas con un cuadro depresivo.
    Un saludo.

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