Desde la antigüedad deseamos salud al prójimo. En los saludos entre iguales, el lenguaje no verbal suele ir acompañado de palabras rituales. En algunas culturas se trata de mensajes de paz. Las Islámicas dicen Salaam aleikum, los judíos Shalom aleichem, y en los ámbitos eclesiásticos de los países católicos antaño se pronunciaba la expresión latina Pax vobiscum. Las tres frases significan “La paz sea contigo o con vosotros” y tienen un fuerte cariz religioso.
En la cultura clásica se prefería hacer votos por que el prójimo gozara de larga vida y felicidad, una costumbre que se ha conservado hasta nuestros días: el griego Khaíre quiere decir “Te deseo alegría”, y el propio verbo hace referencia a los auspicios de buena salud. Por otra parte, expresiones como “Buenos días” o “Buenas noches” comparten la misma filosofía. Según Ortega y Gasset, se trata de locuciones que tenían primitivamente un significado mágico.
En cuanto a los gestos físicos que se dedican a las personas del mismo rango el repertorio histórico es extenso. Gracias a los escritos de Herodoto, sabemos que los persas de la misma clase social se saludaban con un beso en la boca. En el Antiguo Egipto, en cambio, los hombres solían tocarse la rodilla, o incluso el suelo, con el revés de la mano derecha. En la Europa medieval, las personas de similar status solían besarse en las mejillas y darse la mano, aunque los hombres también se quitaban el sombrero y las mujeres hacían amago de reverencia.
Además, en la antigua Roma, se registraban casos curiosos, como el beso que recibían las mujeres de los miembros masculinos de la familia, El Ius Osculi, beso con el que los hombres se cercioraban de que sus esposas no habían tomado vino. Esa bebida estaba prohibida a las mujeres bajo pena de muerte.
Aunque el saludo más sombrío, era el ya conocido que le dijeron a Claudio. Ave Imperator, morituri te salutant… “Hola, Emperador, los que van a morir te saludan”