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Helen Keller, una historia de superación

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Nacida físicamente sin problemas en Tuscumbia, Alabama, Helen Keller perdió la vista y el oído a los diecinueve meses debido a una enfermedad que se cree fue escarlatina. Cinco años más tarde, siguiendo el consejo de Alexandder Graham Bell, sus padres solicitaron una maestra al Perkins Institute for the Blind de Boston y contrataron a Anne Sullivan, que sería determinante en su vida e historia.

A través de la extraordinaria instrucción de Sullivan, la niña aprendió a entender y comunicarse con el mundo que la rodeaba. Continuó adquiriendo una excelente educación y convirtiéndose en una importante influencia en el tratamiento de los ciegos y sordos.

Keller aprendió de Sullivan a leer y escribir en Braille y a usar el lenguaje de signos de los sordo-mudos, ya que sólo podía entenderse por el tacto. Sus esfuerzos posteriores para aprender a hablar fueron menos exitosos, y en sus apariciones públicas requirió la ayuda de un intérprete para hacerse entender. Sin embargo, su impacto como educadora, organizadora y recaudadora de fondos fue enorme, y fue responsable de muchos avances en los servicios públicos a los discapacitados y en como la sociedad los percibía.

Con Sullivan ayudándole, Keller estudió en escuelas para sordos en Boston y Nueva York y se graduó cum laude en el Radcliffe College en 1904. Sus logros sin precedentes en la superación de su discapacidad hizo de ella una celebridad ya siendo joven, su ahínco y espíritu de superación sorprendió a toda la sociedad. Con 23 años publicó su primer libro, La historia de mi vida, impreso en más de cincuenta idiomas. Keller publicó otros cuatro libros de sus experiencias personales, así como un volumen sobre religión, uno sobre problemas sociales contemporáneos y una biografía de Anne Sullivan. También escribió numerosos artículos para revistas sobre la prevención de la ceguera y la educación y los problemas especiales de los ciegos.

Además de sus muchas conferencias y actividad literaria y de apoyo a la causa socialista, Keller actuó en 1918 en una película de Hollywood, Deliverance, para dramatizar la situación de los ciegos y sordomudos. También habló y escribió en apoyo de los derechos de las mujeres y otras causas liberales y en 1940 apoyó fuertemente la entrada de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial.

En 1924, Helen Keller se unió a la recién creada Fundación Americana para Ciegos como asesora y recaudadora de fondos. Su reputación internacional y su cálida personalidad le permitieron obtener el apoyo de muchas personas ricas y obtuvo grandes contribuciones de Henry Ford, John D. Rockefeller y algunos líderes de la industria cinematográfica. Cuando la Fundación estableció una sucursal para los ciegos en el extranjero, se llamó Helen Keller International. Keller y Sullivan fueron las protagonistas de una obra ganadora del premio Pulitzer, El milagro de Ana Sullivan, de William Gibson, que se estrenó en Nueva York en 1959 y se convirtió en una exitosa película de Hollywood en 1962.

Honrada en todo el mundo e invitada a la Casa Blanca por todos los presidentes de Estados Unidos desde Grover Cleveland hasta Lyndon B. Johnson, Keller cambió la percepción del mundo de los discapacitados. Más que cualquier acto en su larga vida, su coraje, inteligencia y dedicación hicieron de ella un símbolo del triunfo del espíritu humano sobre la adversidad.

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