El primer relato de una felación se remonta al antiguo mito egipcio de la resurrección de Osiris. La historia cuenta que Osiris fue asesinado por su hermano, Seth, quien lo hizo pedazos y lo esparció por todo el mundo.
Isis, la hermana y esposa de Osiris, emprendió un peligroso viaje para recolectar todas las piezas de Osiris para devolverle la vida, pero, lamentablemente, no pudo encontrar su pene. No queriendo rendir a su amante a las sombras de la muerte, le hizo un pene de arcilla y ¡oh!, le devolvió la vida a Osiris . Quizás se deba a este mito que la felación no fuera vista como moralmente aborrecible para los antiguos egipcios. De hecho, fueron los egipcios, junto con los antiguos fenicios, quienes fueron los primeros en usar el lápiz labial rojo. como una forma de anunciar su disponibilidad en dar placer oral.
Sin embargo, a diferencia de los egipcios, los antiguos romanos estaban fuertemente en contra de la felación, viéndolo como un vicio peor que el sexo anal. Incluso había una creencia generalizada entre los romanos de que los fellatores (los que daban) tenían mal aliento. El odio de la sociedad romana por los fellatores era tan grande que la mayoría de los romanos ni siquiera se atreverían a invitar a un fellator conocido a cenar. Esta práctica de rechazar a los fellatores conocidos podría haber sido agravada por el hecho de que la forma romana de saludo social era un beso en los labios.
Pero mientras que el dar recibió una mala reputación, los romanos no tenían ningún problema con el el hecho de recibir. De hecho, se sabe que los romanos tenían esclavos o prostitutas que les hacían felaciones. La doble moral que siempre nos ha acompañado a lo largo de la historia…
Era tal vez el «servicio» más caro que prestaban las prostitutas romanas. Teniendo en cuenta de que no se había inventado todavía el jabón, sino ungüentos, aceites y porquerías, la acción de las bacterias que viven en el órgano sexual masculino no se podía eliminar y el olor tendría que ser insoportable.
Un saludo.
Es usted demasiado explícito señor Cayetano 🙂 lo cierto es que no debía ser un «trabajo» nada agradable. Hoy día no creo que sea mucho mejor.
Un abrazo