Las Guerras Púnicas fueron una serie de conflictos librados por las poderosas ciudades de Cartago y Roma entre el 264 AC y el 146 AC. El período podemos dividirlo en tres guerras distintas: El primero en 264-241 antes de Cristo, el segundo entre 218-201 AC y el tercero comenzó en 149 AC y terminó, llegando al fin de esta serie de confrontamientos, en el año 146 antes de Cristo.
¿Por qué ‘púnica’?
La palabra ‘púnica’ en realidad proviene de la palabra “fenicia” (en griego o phoinix punicus en latín), y se refiere a los ciudadanos de Cartago, que eran descendientes de los fenicios.
¿Cómo y por qué comienzan?
Roma en el año 264 antes de Cristo era una ciudad relativamente pequeña -muy lejos de su superioridad posterior- y era la ciudad de Cartago (ubicada en lo que hoy conocemos como Túnez) la que reinaba en el mundo antiguo.
Las tensiones surgieron entre las ciudades sobre quién debía tener el control de la estratégica isla de Sicilia. A pesar de que las relaciones eran generalmente amables, la intervención de Roma por la disputa de la isla hizo explotar el conflicto. En 264 aC, la guerra fue declarada oficialmente por el control de Sicilia.
Roma construyó y equipó más de 100 barcos para intentar derrotar a la armada cartaginesa y, finalmente, en el 241 aC, fue capaz de lograr una victoria decisiva contra los cartagineses en el mar. En el tratado de paz posterior, Roma ganó Sicilia, su primera provincia de ultramar.
¿Quienes eran Aníbal y Escipión y cuáles fueron sus contribuciones en el conflicto?
En 219 aC, Aníbal (hijo de Amílcar Barca, general cartaginés durante la Primera Guerra Púnica) rompió la paz entre las dos ciudades y puso sitio a Sagunto (en el este de España), un aliado de Roma. Furioso ante la audacia de Aníbal, los romanos exigieron que fuera entregado para ser castigado. Esta orden fue ignorada por el senado cartaginés, y así comenzó la Segunda Guerra Púnica.
El General romano Publio Cornelio Escipión, más tarde conocido como Escipión el Africano, surgió en oposición a Aníbal durante este conflicto. El cartaginés procedió a marchar con todo su ejército por los Alpes, junto con sus míticos elefantes, y conquistó gran parte del norte de Italia.
Aníbal se enfrentó a los romanos, incluyendo a Escipión, en la batalla de Cannas en el 216 antes de Cristo -obtuvo una gran victoria que dejó un balance de unos 70.000 romanos muertos frente a tan sólo 6.000 cartagineses-.
Escipión (por cierto, admirador de Aníbal, pese a ser su enemigo), le dió “la vuelta a la tortilla” en la batalla de Zama en el 202 antes de Cristo. Resultado: A Cartago se le ordenó entregar su armada, a pagar una suma de 200 talentos de oro a Roma durante 50 años y se le impidió hacer la guerra con nadie sin previa aprobación romana.
Si Cartago había sido aplastada, ¿por qué se levantó en guerra por tercera vez en el 149 antes de Cristo?
Cartago pagó su deuda de guerra a Roma durante 50 años, hasta el 149 antes de Cristo. Entonces, considerando que el tratado había finalizado, la ciudad fue a la guerra contra Numidia, en lo que hoy es Argelia.
No sólo pierden la guerra, sino que además Cartago provocó la ira de Roma, que de nuevo consideró a su viejo enemigo como una amenaza. Esta vez, Cartago debía ser castigada de forma permanente.
Ese mismo año, una embajada romana fue enviada a Cartago para exigir que la ciudad fuese desmantelada y la movieran (literalmente) hacia el interior, más allá de la costa. Cuando los cartagineses se negaron, la tercera guerra estalló. Las fuerzas romanas asediaron Cartago durante tres años, hasta que finalmente cayó en el año 146 antes de Cristo. La ciudad fue saqueada y quemada hasta los cimientos y sus habitantes fueron vendidos como esclavos…
¿Cuáles fueron las consecuencias a largo plazo de las guerras?
En el momento en que las guerras púnicas terminaron, Roma había florecido mucho. De ser una pequeña ciudad comercial a tener un ejército y una fuerza naval formidable. Ya, sin la amenaza de Cartago, los romanos tenían el poder absoluto del mediterraneo, y la posibilidad de expandir un imperio que gobernaría el mundo…
Buen resumen. Yo siempre digo que la historia se puede resumir hasta dejar cualquier acontecimiento en un párrafo. Todo depende del nivel que le queramos dar, público al que va dirigido, objetivos, etc. De siempre me gustó la síntesis para evitar que los alumnos se pierdan en un intrincado bosque de datos. No deben faltar ni las causas ni las consecuencias. Por cierto que en la batalla de Zama, el general Escipión se hizo "zamoso". Un saludo.