Como proteger un libro, maldiciones en la Edad Media

En la , la creación de un libro podía llevar años. Un escriba se inclinaba sobre su mesa, iluminada sólo por la luz de las velas -un gran riesgo para los -, y pasaba horas escribiendo hojas a mano, con la cautela de no cometer ningún error. Ser copista, escribió un escriba, era doloroso: “Extingue la luz de los ojos, dobla la espalda, aplasta las vísceras y las costillas, provoca dolor en los riñones y fatiga en todo el cuerpo”.

Libros como este podían tardar años en terminarse / Dominio público

Dado el esfuerzo extremo que se empleaba en la creación de libros, los y sus propietarios tenían un gran interés en proteger su trabajo. Usaban el único poder que tenían: las palabras. Al principio o al final de los libros, escribían maldiciones amenazando a los ladrones con dolor y sufrimiento eterno si osaban robar aquellos tesoros.

No dudaron en invocar a los peores castigos que conocían: la excomunión de la iglesia y una muerte horrible y dolorosa. Roba un libro, y puedes ser hendido por una espada demoníaca, tus ojos serán arrancados, o terminarás en el infierno.

“Estas maldiciones eran lo único que protegían los libros”, dice , autor de Anathema, Los escribas medievales y la historia de las . “Por suerte, hubo un tiempo en que la gente creía en ellas”. Si arrancabas una página, morirías con agonía. No querías arriesgarte. Gracias a aquella creencia se salvaron muchos libros.

Para muchos, las maldiciones son meras curiosidades, pero realmente eran la evidencia de cuán valiosos eran los libros para los escribas y eruditos medievales, en un momento en que incluso las instituciones más elitistas podían tener bibliotecas de sólo unas pocas docenas de libros.

“Para el que robe, o tomare prestado y no devuelva este libro a su dueño, que su mano se convierta en una serpiente y lo dañe. Dejará todos sus miembros maltrechos. Languidecerá de dolor gritando en voz alta implorando misericordia, y no tendrá descanso a su agonía.  Que los gusanos de las bibliotecas coman sus entrañas, y cuando por fin vaya a su castigo final, que las llamas del Infierno lo consuman para siempre…”

Infierno del siglo XII. Herrad von Landsberg / Dominio público

Muchas maldiciones se repetían. No todos los escribanos eran lo suficientemente creativos como para escribir las suyas propias. Si estás buscando una buena y que sirva en todo tipo de situaciones, prueba esta popular. Aunque no es tan amenazante como los gusanos de las bibliotecas que comerán tus entrañas, cumplirá su cometido:

“Quien robe o enajene este libro, o lo mutile, sea excomulgado de la iglesia y visto por siempre como un ser maldito”

Imágenes: dominio público Fuentes: Anathema, Los escribas medievales y la historia de las maldiciones de libros, Marc Drogin

Félix Casanova: Administrador de HDNH, y apasionado de la historia