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Cómo descubrió el Dr. Alzheimer la enfermedad

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Tiempo de lectura: 4 minutos

Carl no sabía lo que le estaba pasando a su esposa. Aquel empleado ferroviario alemán y su esposa Auguste habían estado felizmente casados durante veintiocho años. Tenían una hija, Thekla, y su matrimonio siempre había ido bien; hasta un día de primavera de 1901 cuando Auguste de repente comenzó a tener ataques de celos.

Auguste acusaba a Carl de salir a caminar con una vecina y, desde entonces, se había vuelto cada vez más desconfiada. Carl pensó que estos repentinos celos carecían de fundamento. Durante los meses siguientes, la memoria de Auguste comenzó a desvanecerse. Aquella ama de casa, que una vez fue ordenada y laboriosa, cometía errores poco habituales en la preparación de comidas caseras, una tarea que había realizado innumerables veces. Vagaba sin rumbo por la casa, dejando los quehaceres domésticos sin terminar. Sin explicación, comenzó a ocultar objetos y los vecinos de la pareja decían que a veces Auguste tocaba el timbre de la puerta sin razón.

Antes de este cambio, Auguste nunca había estado gravemente enferma. Era una mujer sana de 51 años que no bebía alcohol ni padecía ninguna enfermedad mental. En noviembre de 1901, Carl no pudo aguantar más. No tuvo más remedio que llevar a su esposa al manicomio local. La nota de admisión del médico la describía como persona con memoria débil, manía persecutoria, insomnio y ansiedad que la incapacitaban para realizar un trabajo físico o mental.

Al día siguiente, el médico jefe del Asilo «para locos y epilépticos» de Frankfurt comenzó a estudiar el historial clínico de Auguste. Aquel psiquiatra sintió que había algo especial en aquella mujer. Era el caso que estaba esperando. El Dr. Alois Alzheimer decidió que debería ver a Auguste personalmente.

Auguste Deter (1850-1906)
Auguste Deter (1850-1906)

Durante los siguientes meses, el Dr. Alzheimer entrevistó y examinó a Auguste, que continuaba deteriorándose sin remisión alguna. Le pidió que citara objetos comunes, realizara aritmética simple, le dijera dónde vivía, qué año era, el color de la nieve, el cielo, el césped, etc. Alzheimer mantuvo un registro detallado e incluso hizo que Auguste fuera fotografiada. La foto mostraba a una mujer con la frente profundamente hundida y bolsas debajo de los ojos. Llevaba una bata blanca de hospital y su cara tenía una expresión cansada y en blanco, con un atisbo de miedo. Sus manos estaban sobre sus rodillas levantadas, con sus largos dedos entrelazados.

Lo que sorprendió al Dr. Alzheimer fue la edad relativamente joven de Auguste. Había visto casos de deterioro mental en pacientes mucho mayores y había teorizado que el engrosamiento de los vasos sanguíneos cerebrales relacionado con la edad conducía a la atrofia cerebral. Sin embargo, era inusual ver aquellos síntomas en una persona que solo tenía cincuenta y un años. El Dr. Alzheimer solo había encontrado otro caso similar al de Auguste. Los hallazgos de la autopsia en ese paciente revelaron una contracción en células cerebrales específicas pero ningún aumento significativo de los vasos sanguíneos.

Alzheimer era eun hombre de familia; aquí el distinguido doctor saltando a la cuerda
Alzheimer era eun hombre de familia; aquí el distinguido doctor saltando a la cuerda

El Dr. Alzheimer continuó sus visitas diarias y largas conversaciones con Auguste. No había cura, por supuesto, y sólo se le proporcionaban sedantes y baños calientes. En ocasiones, Auguste tuvo que ser aislada después de que comenzara a tocar «a tientas» caras invisibles y golpeara a otros pacientes de la clínica. Vagaba sin rumbo, a veces gritaba durante horas y se volvió cada vez más hostil. En febrero de 1902, su estado había llegado al punto de que largas conversaciones y exámenes físicos se volvieron imposibles.

El 8 de abril de 1906, después de casi cinco años de deterioro mental y físico progresivo, Auguste murió. La causa oficial de la muerte fue intoxicación de la sangre. El Dr. Alzheimer sospechaba que detrás de su enfermedad mental había una extraña patología, y que tal vez examinar su cerebro ofrecería algunas pistas. Cuando examinó las secciones del cerebro bajo el microscopio, su sospecha fue confirmada. El Dr. Alzheimer describió los cambios en las neurofibrillas, los filamentos proteicos que se encuentran en las células cerebrales. También vio depósitos peculiares a los que se refirió como «lesiones del tamaño de una semilla de mijo». Estos hallazgos patológicos, ahora conocidos como ovillos neurofibrilares, caracterizan los cerebros de pacientes con la enfermedad de Alzheimer.

El descubrimiento del Dr. Alzheimer no fue bien recibido de inmediato. De hecho, la primera vez que presentó el caso de Auguste y los hallazgos de la autopsia durante una conferencia de Psiquiatras en Alemania en 1906, la recepción de la audiencia fue bastante fría. Eran los tiempos en los que el psicoanálisis y los puntos de vista freudianos sobre la relación entre el trauma infantil y la enfermedad mental era, en la jerga de hoy, el «trending topic» en psiquiatría. La correlación de los trastornos mentales o neurológicos con los hallazgos histopatológicos aún no estaba firmemente establecida ni aceptada. Noventa años después, en 1998, los investigadores volvieron a examinar las secciones cerebrales originales de Auguste y confirmaron la presencia de ovillos neurofibrilares.

Emil Kraepelin, uno de los psiquiatras más prominentes a principios del siglo XX, mencionó por primera vez el término «enfermedad de Alzheimer» en la edición de 1910 de su libro de texto sobre psiquiatría. La enfermedad, por supuesto, aún no se entendía bien, pero nació uno de los epónimos médicos más famosos.

Hoy en día, se estima en 50 millones de personas en el mundo con la enfermedad de Alzheimer. Se espera que el número aumente a medida que la población envejece. No hay cura, y la carga sobre los afectados y los cuidadores sigue siendo tremenda.

Referencias: Maurer K. Alzheimer: la vida de un médico y una enfermedad . Nueva York: Columbia University Press; 2003. Graeber MB, Kösel S, Grasbon-Frodl E, Möller HJ, Mehraein P. Histopatología y genotipo APOE del primer paciente con enfermedad de Alzheimer, Auguste D. Neurogenetics . 1998; 1 (3): 223-8

4 COMENTARIOS

    • En estos tiempos que corren parece que hay más apertura de mente en el campo científico, hace un siglo era difícil mover los dogmas establecidos.
      Un saludo, Cayetano.

  1. A pesar de todos los hallazgos investigaciones seguimos igual Ni se sabe el origen, la causa y mucho menos la cura. Solo tenemos el diagnóstico:-(

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