Benito de Soto, el último pirata español

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Uno de los más conocidos de la historia es , un hombre que vivió una corta pero frenética vida. Muy peligroso, hábil marinero y un verdadero rebelde, Benito nació en Galicia el 22 de abril de 1805. La mayoría de las fuentes sugieren que en Pontevedra o de uno de los pueblos cercanos, aunque otras citan La Coruña donde vio la luz.

Benito Soto creció cerca del Océano Atlántico. Dondequiera que viviera cuando era niño, su vida estaba rodeada de barcos y marineros, historias de la mar y sueños de exploración de nuevos horizontes. Cuando era niño, Europa estaba dominada por Napoleón Bonaparte, cuyas guerras cambiaron el paisaje del continente para siempre.

Fue bien conocido como uno de los saqueadores más organizados de su tiempo. Sin embargo, su carrera como pirata no duró mucho tiempo.

Hay que decir que tuvo algunos años de buen marinero. Se pasó al “lado oscuro” harto de que le encomendaran los trabajos más deplorables en los barcos que viajaba. No se sabe exactamente cuántos años tenía cuando empezó a trabajar, pero conociendo la Galicia del siglo XIX, es probable que empezara como un adolescente o incluso más joven.

Los registros históricos muestran que sirvió en un buque de esclavos argentino llamado ”Defensor de Pedro”. En 1827 Benito dirigió un motín en la nave, y a los miembros de la tripulación que no quisieron unirse a él, los dejó en un bote a su suerte. Entonces decidió cambiar el nombre de la nave a y cruzar el océano hacia el Caribe.

Allí encontró su primera víctima: un barco de carga esclavo. Después de aquello, Benito navegó hacia el sur y robó todos los barcos que consideraba valiosos. En su camino, barcos estadounidenses, ingleses, portugueses y españoles sufrieron su saqueo.

Benito de Soto era un hombre cruel que no mostraba misericordia. Probablemente estaba cegado por el deseo de hacerse rico. La historia más infame fue su ataque a una nave llamada . El ataque ocurrió el 19 de febrero de 1828 cerca de la isla de Ascensión. Las crónicas no lo dejan en buen lugar.

Cuando capturó “la ”, la mayor parte de la tripulación fue asesinada. Quería asegurarse de que todas las pruebas de sus acciones desaparecieran, por lo que decidió hundir el barco con la gente encerrada en su interior. Sin embargo, la nave no se hundió, y algunos fueron salvados por un buque mercante. Fue el comienzo del final para el cruel pirata De Soto.

Tomó rumbo a la ciudad gallega de La Coruña, donde quemó otra nave y luego se dirigió al sur. Allí, el Burla Negra fue hundido. Fue atrapado en tierra en Gibraltar y fue llevado a Cádiz para su juicio. Finalmente, Benito y su equipo fueron sentenciados a muerte por ahorcamiento.

Una ilustración del Burla Negra persiguiendo al Morning Star

Es cierto que eran tiempos difíciles, y que siempre andaba a la greña con los ingleses, pero aunque defendido por algunos -por aquello del romanticismo patrio y “piratil”-, las andanzas de Benito de Soto lo colocan entre la chusma marina, en contrapartida con los ideales nobles de la mayoría de su época.

Referencias: ThePirateKing.com, Pirates.Hegewisch.net, Guiarte.com

6 COMENTARIOS

  1. No sé qué tendrá el mar que, cuando se deja de pisar tierra, muchos creen que todo el monte es orégano, se les sube la libertad a la cabeza, se olvidan de las leyes y las ataduras y, haciendo de su capa un sayo, se dedican a fastidiar al prójimo. Ejemplos, mil.

    • Hacen de su capa un sayo, no se puede definir mejor. Piensan “Ancha es Castilla” y el mar también. Uno que no merece ni agua, por muy español que sea.
      Saludos, Cayetano

  2. Nada que ver con “Piratas del Caribe” Seguro que había piratas con mejor corazón. Una cosa es robar y otra asesinar sin misericordia.

    • Piratas con buen corazón… 🙂 Es que mi estimada Katy, ha habido pocos. Su propia condición les persigue. Eso sí, del robo al asesinato hay un trecho. Pero la gente de aquella época no se dejaba robar con insultos ni amenazas. El personaje de hoy estaba tan cegado por la riqueza que olvidó la misericordia.
      Bss Katy!

  3. Algunos enarbolando la “patente de corso” y otros sin ella, todos se regían por lo mismo: exhibición de fuerza y ansias de riqueza.

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